¿Por un programa de mínimos y de mediano plazo?

¿QUÉ FUERZAS SOCIALES Y POLÍTICAS CONTEMPLAN ESA POSIBILIDAD?

Toda fuerza político-social debe de albergar un proyecto con unos objetivos finales, otros intermedios y otros inmediatos o cercanos trazados en función de los primeros, de tal manera que pueda poner en marcha unas u otras tácticas para conseguir estos últimos objetivos, y al mismo tiempo integrarlas en la estrategia a largo plazo, que se corresponde con las metas del mismo calibre.  De lo contrario cualquier fuerza, sea organización, asociación o movimiento, quedará condenada a dar vueltas en torno a círculos estrechos, a merced de los vaivenes del modo de producción en la que está inmersa, sin rumbo y sin reales cuestiones que proponer al conjunto de la sociedad.

Las izquierdas integradas en el sistema son aquellas que le contemplan como algo más o menos insuperable (al menos en el medio plazo) y que buscan como mucho reformarle (o que se reforme) internamente en favor de las grandes mayorías.

Las izquierdas integrales, por contra, ven en el modo de producción capitalista un sistema cada vez más irreformable en favor de las grandes mayorías y, en cualquier caso, siempre anteponiendo la acumulación de capital, la reproducción ampliada del mismo, y preservando la ley del valor por encima de las vidas humanas, del bienestar de las poblaciones y del hábitat planetario. La dictadura de la tasa de ganancia implica que todo lo demás queda supeditado a ella. Es por eso que en estos momentos en que tanto se obstruye la misma, las posibilidades reformistas y de “bienestar” dentro del sistema se ven drásticamente reducidas.

Si el objetivo final es el socialismo, cualquier fuerza que así lo declare, debe contemplar al menos la posibilidad de emprender reformas no reformistas, que sean capaces de forzar o romper el sistema desde dentro, en beneficio de las sociedades.  De lo contrario, nos está vendiendo humo.

En el presente, y en las circunstancias históricas en que nos movemos, el camino a seguir para cuanto menos paliar el cataclismo social que acompañará al brutal choque económico-bélico-ecológico que atravesamos, pasa por las siguientes medidas inmediatas y a medio plazo, imprescindibles:

  1. Suspensión indefinida del pago de la deuda pública. (Para los pueblos de las periferias capitalistas, eso incluye la negación del pago de la «deuda odiosa»).
  2. Extracción de recursos del gran empresariado y, en general, de las grandes fortunas (solamente entre fraudes, bajadas de impuestos, evasión y fuga de capitales, se pierden más de 100.000 millones de euros cada año para las arcas públicas en el Reino de España). Condonación, en cambio, de deudas a la parte de la población trabajadora obligada a ser «autónoma», y moratoria a las pequeñas empresas. También al campesinado. Parar, asimismo, todos los desalojos y desahucios.
  3. Levantamiento de un servicio público de ahorro, de crédito y de seguros, para atender las necesidades de la población, no el lucro privado. Instaurar, mientras se alza una economía social, una renta universal garantizada.
  4. Control de las Bolsas (o directamente la suspensión, en su caso) para que los grandes capitales no puedan terminar de comprar las riquezas de los países a precios de saldo.
  5. Hacer verdaderos servicios nacionales de salud pública. Con clara vocación preventiva, capaces no sólo de prepararse frente a pandemias, sino de eliminar de una vez las muertes por enfermedades curables y parar antes de que se produzcan otras enfermedades cada vez más sociales.
  6. Transferencia al sector público de buena parte de los recursos de las transnacionales farmacéuticas y laboratorios privados de investigación (que a escala mundial gastan más dinero en combatir el «exceso de peso» que la malaria, por ejemplo). Por lo mismo, erección de un sólido sistema educativo y de investigación públicos, en todos los ámbitos científicos.
  7. Nacionalización de los sectores energéticos. Única manera de realizar una lucha algo eficaz contra el «estrés climático» que padecemos y de dotarse de un control público de los pilares estratégicos de cualquier sociedad.
  8. Reindustrialización, a partir prioritariamente de cadenas de proximidad y de la cooperativización de empresas.
  9. Recuperación de la soberanía alimentaria.
  10. En el caso de los países europeos, recuperación también de la soberanía cedida a la UE, que es como decir a los grandes mercados financieros. Ante la deserción de ésta o ante sus préstamos extorsionadores (a cambio de más Ajustes Estructurales y recortes sociales) es claramente la única vía para poder desarrollar políticas monetarias y fiscales sin restricciones externas. Se puede, así, emitir dinero para emprender una amplia contratación pública, en una economía cada vez más social que recupere para el control público los renglones estratégicos; también para poder contar con un verdadero servicio de protección civil, desmilitarizado. Todo eso requiere, indefectiblemente, romper con el euro.
  11. Abrogar los «Tratados de Libre Comercio» y las políticas de austeridad impuestas, los límites a la deuda pública y límites al déficit fiscal, que se ceban con las poblaciones, desamparando a más y más sectores sociales.

El camino que abren estas medidas no es otro que el que conduce a una economía planificada, cada vez más urgente y necesaria a escala tanto estatal como mundial. No se puede combatir de otra forma el caos, las miserias, guerras y destrozo ecológico y social a que nos ha llevado la economía de rapiña de un capitalismo que se vuelve más destructivo y despótico según va llegando su final.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *