La OTAN se implica más y más, no sólo en Ucrania, con la cada vez más agresiva postura de Polonia (que se está convirtiendo en el nuevo centro rector de Europa), los países bálticos y Chequia, sino también mediante la estrategia de desestabilizar las fronteras rusas, como Moldavia y Transnistria por el lado europeo, y los pinchazos a la «panza blanda» rusa en Asia, empezando por Georgia, donde se cuece un nuevo golpe de Estado a lo «Maidán», más la provocación del conflicto bélico en Azerbaiyán-Armenia, y las tensiones en Tayikistán, Kazajistán e incluso Mongolia, por ejemplo. Cabe la posibilidad de que la OTAN pudiera estar preparando un terrorífico -y de disparadas resonancias mediáticas- autogolpe de falsa bandera (¿por ejemplo en Francia, donde la lucha social está más desarrollada en Europa?), al estilo del de las Torres Gemelas, para tener de cara al mundo un «motivo» de intervención directa. Ojalá no lleguen a ese grado de locura nuclear. Nuestros serviles líderes europeos, sin embargo, parecen dispuestos a «suicidarnos» si EE.UU. así lo manda.
Adjunto, en cualquier caso, unas reflexiones del director senior del comité de relaciones exteriores del senado estadounidense, que deja bastante margen para la preocupación.
También unas declaraciones del nada sospechoso de izquierdista primer ministro húngaro.
Los países occidentales están a punto de iniciar conversaciones serias sobre el envío de tropas aliadas a Ucrania, declaró el primer ministro húngaro, Viktor Orban. En sus palabras, los líderes occidentales «están enfermos de fiebre de guerra».
Además, el político les acusó de enviar armas cada vez más peligrosas a Ucrania, señalando que la transferencia de aviones de combate figuraba ahora en el orden del día, aunque el tema se había considerado tabú anteriormente.