La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, ha sido enviada a la papelera política en las elecciones del pasado domingo, 2 de abril. Los Socialdemócratas quedaron terceros, por detrás del Partido de la Coalición Nacional (derecha) y del Partido Finlandés (ultraderecha)
Sanna Marin es una de las favoritas del autoproclamado progresismo europeo, ha sido presentada constantemente en los medios como icono del ecologismo, del feminismo, de la diversidad sexual y del pacifismo.
Sin embargo, además de la abultada deuda pública, su mandato será recordado por algo tan poco ecologista, pacifista y progresista como el ingreso a la OTAN, que rompe con 75 años de neutralidad militar de Finlandia, pone a esta formación socio-estatal en un enorme e innecesario riesgo bélico, y la aleja de los beneficios que los “países neutrales” tuvieron durante todo este tiempo.
Su incondicional apoyo al nazismo ucraniano, su belicismo y sus medidas antiecológicas corren parejos al de otras formaciones “verdes”, “progres” y, en general, de la izquierda del sistema capitalista.
(Todo esto se está diciendo en algunas redes antiimperialistas, que lamentablemente están bastante bloqueadas en Europa)
Otra gran adalid de esa gesta otanista es, por supuesto, la ministra de asuntos exteriores y candidata a la presidencia alemana, Annalena Baerbock. Y es que la “OTAN-cultural” viene haciendo una subterránea y muy eficiente labor de décadas para crear, dirigir, encauzar o promocionar a su propio “progresismo verde-arco iris-rosa-morado”, e incluso “nacionalista-independentista”, a lo más alto de la política europea y poco a poco de otras partes del mundo.
Hoy todas estas formaciones políticas y sociales constituyen la cara progre de la OTAN, de su barbarie bélica.