– Una vez que la economía se ha mundializado, la recuperación de la sangre del valor no se consigue a través de la producción de plusvalía en formaciones socio-estatales de capitalismo menos desarrollado, porque el valor mundializado lo dictan los procesos de tecnificación punteros. Ahora bien, esto fungía hasta ahora, sin embargo China está empezando a adquirir rasgos de economía punta en diferentes sectores (puede que India también en breve).
China ya es la primera economía en términos de paridad de poder adquisitivo, y en términos netos (saldo entre haberes y deudas). Ya a finales de 2014 superó a Estados Unidos como la mayor economía estatal medida en PIB (PPA) y se ha convertido en el gran taller manufacturero del mundo, con un PIB industrial de 4 billones de dólares en 2019, igual a la suma del PIB industrial de EE. UU., Alemania y Japón. En 2019 superó a Estados Unidos en materia de solicitud de patentes, encabeza algunas tecnologías de vanguardia para la llamada cuarta revolución industrial (inteligencia artificial, internet de las cosas, 5G) y lidera la transición energética junto a otros países de Asia Pacífico. Además, planea achicar su retraso tecnológico relativo en otras ramas como la robótica, los semiconductores y la industria aeroespacial a través del Plan Made in China 2025 y otras iniciativas.
En todos los indicadores macroeconómicos, China ya es superior a Estados Unidos. China ha superado a Estados Unidos con una facturación total de comercio exterior de 3,82 billones de dólares, desplazándolo de la posición que ocupó durante 60 años como líder mundial en comercio transfronterizo. A finales de 2014, el producto interno bruto de China, medido en paridad de poder adquisitivo, ascendía a 17,6 billones de dólares, lo que superó el PIB de Estados Unidos en esos mismos términos (17,4 billones de dólares), la economía más grande del mundo desde 1872.
China se está convirtiendo en el centro mundial de ingeniería y tecnología. La proporción de trabajadores chinos de ingeniería, técnicos y científicos en su número global alcanzó el 2007% en 2020, duplicándose en comparación con 2000 (1420 y 690 mil, respectivamente). Según las previsiones, para 2030 habrá 15 millones de ingenieros y científicos en el mundo, de los cuales 4,5 millones (30%) serán científicos, ingenieros y técnicos de China. Para 2030, China alcanzará el 1er lugar en el mundo en términos de gasto en desarrollo científico y tecnológico, y su participación en el gasto global será del 25%.
Al mismo tiempo, China se está convirtiendo en el mayor inversor del mundo. Las inversiones de China en el desarrollo de los países de «One Belt, One Road» (OBOR) son un orden de magnitud más altas que la financiación de la iniciativa ampliamente anunciada «American Indo-Pacific Image of the Future». La escala de este proyecto palidece en comparación con el BRI, en el marco del cual se planea gestionar, según diversas estimaciones, de 4 a 8 billones $. La cartera de inversiones del BRI empequeñece el Plan Marshall para financiar la reconstrucción de posguerra de Europa Occidental, que al valor actual en dólares podría valorarse en $ 180 mil millones ($ 12 mil millones hace 70 años).
¿Quiere esto decir que las nuevas formaciones dichas “emergentes” podrían dar un nuevo impulso al capitalismo?
En el corto término podría ser, podrían darle un plazo mayor de vida al capitalismo en cuanto que intentan favorecer al “capital efectivo” o industrial-productivo, por encima del especulativo-ficticio, estando más basadas en una “economía real”, más vinculada a la energía. Sin embargo, hay dos consideraciones que no conviene perder de vista.
1/ El juego de deuda-ficticio en el que hasta ahora está basado el tinglado económico mundial.
Lo que se manifestó en el plano de la economía interna de las formaciones de capitalismo avanzado o primigenio como el nexo entre la burbuja inmobiliaria y la actividad de la construcción civil, se presenta en el mercado mundial bajo la forma de circuitos transnacionales de déficit entre diversos países y regiones del globo. Se puede decir que se trata sobre todo del circuito de déficit del Pacífico entre Asia (sobre todo China) y los EE.UU., así como lo ha sido el circuito del déficit europeo entre Alemania y el resto de la UE, o mejor, de la zona euro.
En ambos casos, los notorios «desequilibrios», que se burlan de todos los manuales y fueron acumulados durante largos períodos de tiempo, incluyen un financiamiento por el déficit del consumo, por un lado, y de la producción, por otro, que acaba por no poder ser honrado y se repercute en flujos unilaterales de exportaciones e importaciones. Aquí, el hecho digno del Barón de Münchausen, que se tiraba a sí mismo de los pelos para sacarse del pantano, consiste en el acto de algunos de financiar a su producción excedentaria con las deudas de los otros que, al mismo tiempo, compran, por su lado, los productos de la otra parte con recurso a ese mismo endeudamiento. Se financian mutuamente a partir, en realidad, de un gran circuito de ficción.
Evidentemente, esto solo funciona mientras el dinero escritural destituido de substancia de valor, bajo la forma de títulos de deuda, no sea reclamado bajo la forma de un medio de almacenamiento de valor (Kurz, “La ascensión del dinero a los cielos. Los límites estructurales de la valorización del capital, el capitalismo de casino y la crisis financiera global”, en (DOC) Kurz, Robert – La Ascension Del Dinero a Los Cielos – PDFSLIDE.NET).
A la postre se evidenciará el carácter insostenible de la movilización secundaria de capital material y fuerza de trabajo sin una base de substancia del valor.
2/ El hecho de que cuanto más se desarrollen tecnológicamente las potencias emergentes, con mayor rapidez reproducirían el punto negro de sobreacumulación a partir del cual el valor como plusvalor comienza a resentirse gravemente. El desarrollo de la IA y de tecnologías de la 4ª revolución industrial tendrán necesariamente que chocar con la plusvalía capitalista.
China en 2006, antes de la crisis mundial, necesitaba 2,9 unidades de inversión para aumentar el PIB real en 1 unidad. En 2014, precisaba de 6,6 unidades. Este gigante necesita volver a su tasa de PTF [productividad total de los factores] promedio a largo plazo de más del 2’5% anual para sostener un crecimiento del PIB real del 7%.
Precisa también crear veintidós o veintitrés millones de puestos urbanos cada año para dar empleo a las nuevas generaciones.
De hecho, quizás el problema económico más grave que enfrenta China hoy mismo sea su altísima tasa de inversión (que pasó del 43,8% del PIB en 2007 al 48,3% en 2011), en un contexto de desaceleración económica mundial (el ‘stock’ de capital fijo en este país se incrementó al vertiginoso ritmo del 11,8% por año entre 1995 y 2001, mientras que la tasa de crecimiento de empleo bajó de 2,4 a 1,2% en el mismo periodo). Lo que conlleva un enorme peligro de sobreacumulación de capitales y sobreproducción de mercancías
Una acumulación china basada en su propio mercado doméstico requeriría de drásticos cambios en su estructura productiva, lo que entraría en contradicción no sólo con sus actuales tasas de crecimiento sino probablemente con el propio crecimiento mundial, pues una profunda transformación sociopolítica para construir una demanda doméstica compensatoria del decline de las economías centrales, arrojaría serias dudas sobre si permitiría crecer al país lo suficiente para estimular una recuperación mundial dentro de los parámetros del capitalismo, es decir, sustituyendo a EE.UU. como el gran comprador del mundo e invirtiendo el actual partenariado chino-norteamericano (lo que quiere decir que China se tendría que hacer, entonces, necesariamente, el principal deudor del mundo, con el lastre que ello le acarrearía). Pronto alimentaría, además, la tendencia a reproducir aceleradamente el proceso de sobreacumulación.
Es decir, China, como las demás potencias dichas “emergentes”, o con posibilidades de hacerlo en los próximos años, tienen y tendrán un recorrido muy corto dentro del capitalismo.
Claves políticas
Por eso, más allá de las claves económicas, vale la pena detenernos también en las políticas.
Mészáros (Beyond Capital. Toward a Theory of Transition) sostuvo que las experiencias desconectistas, como la de la URSS, ya no fueron capitalistas, pero tampoco pudieron superar el valor-capital. Para él, la parcial ruptura con la Política del valor-capital (“revolución política” socialista) inaugura un periodo en el que se pasa de la primacía económica en el modo de expropiar el plusvalor a la viabilidad de la políticamente regulada extracción de plusvalor. Cambia el modo de regular la producción y alocación del excedente, lo que requirió también de diferentes personificaciones del capital.
Igual que el embrión del capital y su desenvolvimiento histórico se dieron antes de la consolidación de un modo de producción capitalista, así también el capital puede sobrevivir al capitalismo, en regímenes postcapitalistas, y no sólo o mucho más allá de un estado de letargo. En las sociedades capitalistas, los capitalistas sólo detentan poder en cuanto que personificaciones del capital. Controlan en su nombre. El capital es el sujeto real en comando de la sociedad. Sin embargo, el capital que sobrevive al capitalismo requiere de otras personificaciones, siempre y cuando mantengan la antagonísticamente alienada objetivación del trabajo social.
El capital no sólo representa las alienadas condiciones materiales de producción, sino también la subjetividad que confronta y comanda al Trabajo, perpetuando la división social del trabajo, el tiempo como medida de la producción (por encima de la cualidad marcada por las necesidades sociales y la producción consensuada socialmente) y por tanto el valor como elemento perviviente. Esto se correspondería con la privación del control del Trabajo sobre las condiciones y sobre los medios de producción. Lo que conllevaría a su vez una estructura de comando central para la contención de los antagonismos entre el Trabajo y las nuevas personificaciones del capital, para la sumisión del primero y la extracción de excedente.
Por eso, marginar a los capitalistas privados del comando social, es condición necesaria pero no suficiente para la transformación (para superar al capital). El capital (como un “alien” o cuerpo extraño habitando en la nueva sociedad) sigue así la “línea de menor resistencia” para perpetuarse (y en cualquier momento volver a su versión privada).
Sin embargo, una vez que la crisis del valor-capital se generaliza y profundiza en todo el planeta, arrastra consigo los diferentes modelos sociales y personificaciones. Según Mészáros, al caer la forma política de extracción de excedente (los intentos de transición al socialismo dados) se recrudece la propia decadencia capitalista, pues se amputa una de las vías de metamorfosis del capital para sobrevivir a través de la política. Así ha venido ocurriendo desde la caída de la URSS.
Obviamente, no tenemos por qué compartir estas consideraciones, pero nos sirven al menos para plantearnos las transiciones desde otro punto de vista y hacernos nuevas preguntas. ¿Podemos, por ejemplo, concretar un poco más la incógnita china? O preguntando de otro modo, ¿con ella se vislumbra la superación del capitalismo o será la máxima expresión de un capitalismo centralizado, el capitalismo de Estado, que si bien muchos marxistas le entienden como antesala imprescindible del salto socialista, otros lo ven como una mera nueva vida del capitalismo?
Al menos una respuesta podemos dar a esta decisiva cuestión. A diferencia de muchas de las interpretaciones segundo-internacionalistas (hoy al parecer reactualizadas), no hay tránsito pacífico e indoloro desde el capital máximamente centralizado al socialismo. Tal hecho requiere necesariamente de una revolución política, un salto cualitativo que exige una primera ruptura con el capitalismo y el desplazamiento de las personificaciones del capital de los centros de mando (lo que se conoce como “toma del poder institucional”), para ir poniendo en marcha la revolución social o ruptura definitiva con este modo de producción, atacando al núcleo de su metabolismo, donde radica el auténtico Poder, el de la mercancía, el valor y el capital.
Salto que China dio y proceso que emprendió, pero que se estancó bajo el peso de una forzada involución social capitalista.
Para poder calibrar más precisamente este posible decurso, entonces, no podemos perder de vista un tercer factor que se añade a los dos mencionados:
3/ La reacción del hegemón mundial y de sus subordinados “occidentales” ante el avance de nuevas potencias económicas.
Tal avance sólo sería un problema para el actual hegemón y el núcleo de subordinados “occidentales” que se apiñan en torno a él, en cuanto que irían siendo relegados poco a poco a una situación secundaria o semi-periférica en el nuevo orden mundial, o en un Sistema Mundial en principio multipolar y luego cada vez más centrado en Asia. El Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial perderían su dirección del mundo, pero el mundo podría seguir el curso capitalista.
Por eso en principio una reacción agresiva por parte de los hasta ahora centros del Sistema puede resultar altamente paradójica en cuanto que se da contra la vida extra que las “economías emergentes” son susceptibles de proporcionar al capitalismo. Sin embargo, las potencias rectoras del mismo están haciendo todo lo posible para que aquellas nuevas competidoras no se desarrollen más. De hecho, cada vez hay muestras más evidentes de que EE.UU. no se va a dejar relevar sin una guerra prolongada, multidimensional, global.
Este último factor aludido deviene, pues, sumamente importante, porque condicionará de una u otra forma la evolución político-económica de esas formaciones emergentes e incluso de las propias posibilidades de perpetuación del Sistema.