GRABACIONES EN VIDEO
¿NUEVA POLÍTICA? EVOLUCIÓN DE IZQUIERDAS Y DERECHAS.
En el Zoom de RT. 11.11.24.
¿Nueva política?: evolución de izquierdas y.. — Vídeo | VK
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Rusia define su futuro
Entrevista con J.A. Aguilar en el Zoom de RT. 1 de marzo de 2024.
https://actualidad.rt.com/programas/zoom/500889-rusia-definir-futuro
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Entrevista en el programa CONTRADEBATE, de Contralínea (México) 22.11.2023.
Gobierno de Israel continúa con el genocidio palestino
(474) Contradebate | Gobierno de Israel continúa con el genocidio del pueblo palestino – YouTube
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Conversación con el Observatorio Geoestratégico, de la Universidad de Luján (Argentina), con Martín Martinelli y Nazareth Chanike sobre el genocidio en Palestina. 14.11.23.
«Israel y EE.UU. están fuera de la ley»
(464) Andrés Piqueras #israel y #estadosunidos están fuera de la ley #palestina – YouTube
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Entrevista con Javier Carrasco, en su ‘blog’ de RT, sobre la amenaza que EE.UU.-OTAN supone para el mundo. 28.09.2023.
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CUESTIÓN DE CLASE. Charla con Jesús Rodríguez Rojo Septiembre de 2023
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Entrevista en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú. Con Juan Pablo Rojas. 25.07.2023.
EL CARÁCTER DE LA CRISIS CAPITALISTA ACTUAL
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Programa NOTABLES, de Jorge Gestoso. TeleSur (23.05.2023).
https://videos.telesurtv.net/es/content/305525
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LO QUE HAY TRAS LA CRISIS FINANCIERA. ¿ESTARÁ CERCA EL COLAPSO DEL IMPERIO DEL NORTE?
PRENSA LATINA. EL JOTA (mayo de 2023)
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«De la decadencia de la política en el capitalismo terminal»
con Martinelli y Chanique
Andrés Piqueras: «De la decadencia de la política en el capitalismo terminal» Martinelli. Chanique – YouTube (05.10.2022) Argentina
Hay una magnífica reseña del mismo libro en https://catarsimagazin.cat/de-lagonia-del-capitalisme-i-del-desvetllament-de-la-seva-illusio-democratica/
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El capitalismo ha entrado de lleno en una fase de guerra total
Andrés Piqueras: «El capitalismo ha entrado de lleno en una fase de guerra total» – YouTube (abril de 2022) Canarias Semanal
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Andrés Piqueras. Profesor de Socioloxía na Universitat Jaume I. – Bing video (17.09.2017) Fundación Galiza Sempre
Vocabulari científic: «Populisme» – YouTube (07.09.2017) LabCom Ciència. Universitat Jaume I.
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Juego de Imperios / Andrés Piqueras. Programa emitido en 2014 marzo. – Bing video (ATTAC) (2014)
Renaix! – Entrevista a Andrés Piqueras – «Com vivim la joventut a Castelló?» (promo 2/3) – YouTube (11.12.2014) Renaix!
Capitalismo Zombi (ATTAC)
Capitalismo zombie / Zombie capitalism – Andres Piqueras – Bing video (2 de septiembre de 2013)
Capitalismo zombie 2 (El proceso de desposeción) ANDRES PIQUERAS – YouTube
Capitalismo zombie 3 (Partenarisdo EEUU – China) ANDRES PIQUERAS – YouTube
Capitalismo zombie 4 (Capitalismo sin salida) ANDRES PIQUERAS – YouTube
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Última entrevista en el programa del «Zoom», de RT ==> Ucrania: una apuesta arriesgada
https://actualidad.rt.com/programas/zoom/458498-ucrania-apuesta-conferencia-munich
Pueden verse en RT más participaciones mías
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GRABACIONES RADIALES
Sintonía secreta
Andrés Piqueras: Geopolítica, crisis, guerra y grupos de poder – Sintonía Secreta – Podcast en iVoox (27.09.2018)
Andrés Piqueras: Venezuela 2019 – Sintonía Secreta – Podcast en iVoox (22.02.2019)
Ivoox
Andrés Piqueras: seminario sobre esclavitud moderna – EduBerlin – Podcast en iVoox (02.06.2020)
Andrés Piqueras en el congreso Internacional de los pueblos de Europa (1 jul. 2017) – EduBerlin – Podcast en iVoox (01.07.2017)
1ª Trobada Unitat Popular. Andrés Piqueras. – RÀDIO MALVA 104.9FM – Podcast en iVoox (15.02.2015)
Todas las entrevistas en Ivoox: andres piqueras (ivoox.com)
La Linterna de Diógenes
Vórtice Radio
La historia del capitalismo: crónica del mayor robo jamás contado. – El Vórtice – Podcast en iVoox (23.06.2016)
El Vórtice. La realidad del Capitalismo Financiero – El Vórtice – Podcast en iVoox (05.10.2015)
ENTREVISTAS EN PAPEL
Espai Marx
Entrevista a Andrés Piqueras (I) – Salvador López Arnal (slopezarnal.com) (05.09.2022) Publicada en Espai Marx, 4/09/2022. https://espai-marx.net/?p=12383
Entrevista a Andrés Piqueras (y II) – Salvador López Arnal (slopezarnal.com) (12.09.2022)
La esterilidad del neomarxismo Nuevo Correo de los Trabajadores (24.09.2022)
Adiante.gal
«A taxa de ganancia é o osíxeno do capital; sen ela, morre» (adiante.gal) (28.08.2019
Disjuntiva. Crítica de les Ciències Socials
“Separando sociedad civil de sociedad política, seremos impotentes tanto los unos como los otros”
El Viejo Topo
Las sociedades de las personas sin valor | Libros | El Viejo Topo (2018)
¿Sin vías de escape? Entrevista a Andrés Piqueras, por Salvador López Arnal
Revista El Viejo Topo 364 Junio 2018 – El Viejo Topo (nº 365, junio de 2018) [se adjunta texto al final]
Por una izquierda integral frente a la izquierda integrada. Entrevista Andrés Piqueras por Miguel Riera El Viejo Topo – núm. 325 – El Viejo Topo (febrero de 2015) [se adjunta texto al final]
Rebelion.org
«La opción reformista: entre el despotismo y la revolución. Una explicación del capitalismo a través de las luchas de clase». Por Salvador López Arnal
Reproducida en una sola edición en esencial o menos: La gran encrucijada (27.06.2015)
20minutos
Andrés Piqueras: «Donde EE UU interviene, siembra el caos» (20minutos.es) (03.07.2015)
Cazarabet
Diario de León
«La gran mutación del capitalismo tiene rasgos de monstruo» (diariodeleon.es) (12.10.2014)
Con el sociólogo y amigo Miguel Arenas, en el diario Nueva España, de Gijón. 17.05.18.
…
TEXTOS DE ALGUNAS ENTREVISTAS
Por una izquierda integral frente a la izquierda integrada. Entrevista Andrés Piqueras por Miguel Riera
El Viejo Topo – núm. 325 – El Viejo Topo (febrero de 2015)
—En tu libro, denuncias que la opción reformista, es decir, la socialdemocracia, ha sido determinante en la integración y derrota de las sociedades frente al capital, pero que esa “solución” ya no sirve ni servirá en el futuro. Vayamos por partes: ¿en qué medida la opción reformista ha dado resultados contrarios a los que se supone que pretendía?
—La opción reformista implica alguna mejora en la distribución del poder social; una relativa mayor participación del conjunto de la sociedad en las decisiones que la afectan; y una también más aceptable distribución o redistribución de la riqueza social.
Este conjunto de circunstancias, como es evidente, no “brotan” de manera espontánea del capitalismo, no resultan de ningún plan estratégico, sino que vienen forzadas por las luchas históricas del Trabajo. Ahora bien, una vez que se consiguen, lograron también ser “absorbidas” por el organismo capitalista (a la manera de los puntos o suturas que deja un cirujano tras una operación) y, paradójicamente, se han convertido en su más poderoso y eficaz factor a gran escala y largo plazo para esquivar su crónica tendencia a la crisis, al menos y sobre todo por lo que respecta a la vertiente de la realización de la plusvalía o venta de las mercancías producidas. Esto es debido precisamente a la propia mejora en la distribución de la riqueza social y, en general, a los mecanismos de fidelización e integración del Trabajo que le son anejos. La opción reformista ha logrado durante décadas una importante explotación cualitativa o colaboración del Trabajo en su propia explotación, a cambio del conjunto de dispositivos que garantizaban la “seguridad social” de éste.
Esto mismo permitió integrar también en gran medida al eje izquierda/derecha dentro del metabolismo capitalista, convirtiendo a buena parte de las organizaciones, movimientos y reivindicaciones del Trabajo en izquierda del sistema, y ya no “antisistema”. La que he llamado una izquierda integrada, en definitiva.
Aquellos dispositivos, por su parte, violentaron internamente al propio sistema capitalista, y le hicieron mutar en sus formaciones centrales en una especie de “capitalismo social”, con rostro humano. Pero la prueba de que la opción reformista no nace de las entrañas del capitalismo es que en el momento en que las luchas declinan y el Trabajo se encuentra más integrado material e ideológicamente, el Capital la desecha y comienza a desbaratarla, aun cuando con ello ponga en peligro de nuevo sus tasas de ganancia. Aunque hay muchos factores “objetivos” que explican el actual descuartizamiento del “capitalismo social”, no hay que perder de vista que existe también en todo ello un claro componente de “venganza de clase”.
—Pero, ¿por qué crees que el renacimiento de esa opción reformista está descartado de cara al futuro? Si, en el marco de una creciente lucha de clases, el Trabajo recupera su protagonismo, ¿qué otras opciones –más útiles para sus intereses– puede abrazar el capital?
—Para responder a la primera parte de la pregunta habría que empezar contestando otra previa: ¿por qué si le iba tan bien en términos de “explotación cualitativa”, de productividad y “paz social”, con un flamante ciclo virtuoso de producción-consumo-producción, el Capital descartó la opción reformista y lleva deshaciéndose de ella al menos tres décadas y media? (la propia dificultad inherente a esa destrucción está en lo largo y complicada que se le hace, no sólo por contradicciones propias de su dinámica de ganancia sino por la misma resistencia de las poblaciones).
La respuesta a esa pregunta contesta también a la que me haces aquí: la opción reformista queda descartada desde entonces en adelante para el capitalismo histórico por su creciente dificultad de acumulación. Porque, a falta de milagro energético, está llegando al límite de sus posibilidades de expansión.
Hoy se habla mucho de algunas ilusiones como el “capitalismo cognitivo” e incluso el oxímoron del “capitalismo verde”, pero en realidad lo que más probablemente suframos de ahora en adelante es la degeneración del Sistema. Una degeneración que en su trascurso inmediato compaginará muy distintas formas de extracción de plusvalía, desde las más sofisticadas y “cognitivas”, a las más descarnadamente extensivas o pretyloristas. Se acentuará también, probablemente, la guerra como elemento de “regulación” capitalista a escala internacional y también al nivel de las propias sociedades (procesos de los que, por otra parte, ya existen señales evidentes). De ser así, las políticas de muerte, tanto como de dominio a través del desprecio absoluto a la vida, se multiplicarán en todo el planeta, con la consiguiente proliferación de “estados de excepción”, “estados de exclusión” y “estados de asedio”, a compaginar con formas mafiosas de regular las relaciones laborales y de conseguir beneficios (amenaza, violencia, desposesión, coacción…). Todo lo cual apunta a la necropolítica como la forma de dominación y explotación más probable de un capitalismo degenerativo que, con cada vez menos posibilidades económicas y energéticas de iniciar nuevos ciclos de acumulación, se irá convirtiendo en un tanatocapitalismo (en La opción reformista me extiendo en las condiciones objetivas de todo ello, mientras que este último aspecto lo desarrollo más en el nuevo libro que estoy acabando, precisamente con el título de Capitalismo degenerativo).
De momento hoy ya las fuerzas destructivas están ganando la batalla con creces a las fuerzas productivas. Todas estas cuestiones son de consideración imprescindible de cara a cualquier planteamiento y estrategia políticos en la actualidad, si unos u otros sectores del Trabajo aspiran a recuperar algún protagonismo.
—Si me permites una consideración un tanto ingenua: esta última parte de tu respuesta me hace pensar en la fábula del escorpión y la rana. ¿No correría el capitalismo entonces el riesgo de autodestruirse?
—Claro, en realidad todos los sistemas se han “autodestruido” de alguna forma, para dar paso a otros. El capitalismo no conquistó ni por las armas ni por consenso al feudalismo. Se fue abriendo paso en sus entrañas. Cuando un sistema comienza a declinar y ya no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas de manera provechosa ni siquiera para algunas importantes minorías (como las europeas y, en general, las sociedades centrales), va dejando más posibilidades de que otras formas y modos de producción se abran camino desde su interior.
De hecho, como ha apuntado algún autor, el capitalismo puede haber llegado, en el desarrollo de las fuerzas productivas, a una frontera más allá de la cual no puede extraer plenamente beneficios de sus potencialidades sino a condición de rebasarse hacia otra forma económica. [En este sentido, incluso la posibilidad de acumulación en un hipotético “capitalismo cognitivo” pasaría cada vez más por la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción y de retención del conocimiento, lo que proporcionaría bases objetivas para una sociedad con mayor socialización de la propiedad]. Es decir, que no es tan descabellado pensar que las propias vías (desesperadas) de huida de la crisis del capitalismo, le pueden estar llevando a su suicidio como modo de producción.
—Entonces, ¿hacia dónde puede estarse dirigiendo realmente el capitalismo de hoy?
—En este punto se nos presentan algunas dudas claves: 1) ¿En qué está mutando el capitalismo actual?, ¿hacia ese tanatocapitalismo?, ¿es posible que al mismo tiempo, merced a violentar continuamente sus propios principios básicos, esté dando ya los avisos, los primeros rasgos y balbuceos, de uno o varios (proto)modos de producción que podrían convivir con él durante bastante tiempo, en formas mixtas o combinadas? (recordemos en este sentido, por ejemplo, que un capitalismo basado cada vez más en la desposesión –sin normales dinámicas de acumulación y reproducción ampliada del capital— tiene unos límites muy cortos, es decir, un capitalismo sin creación de más capital no puede sobrevivir como tal mucho tiempo); 2) ¿La condición más probable realmente es la de un largo declive que comenzará en breve con un indefinido estado estacionario, sin crecimiento, para ir sufriendo fuertes convulsiones críticas? ¿Se fragmentará entonces el capitalismo global en diversos modos de producción tributarios (tan repetidos, por otra parte, en la historia)?; 3) ¿qué posibilidades le queda a la Humanidad de dotarse de manera planificada, por primera vez, de un modo de producción? Otra forma de hacer esta pregunta sería: ¿qué posibilidades tienen formas de producción eco-socialistas de expandirse en medio de la implosión capitalista?
Esta última pregunta es la más difícil de responder, por supuesto, porque ahí intervienen factores altamente inestables e imprecisos, como la conciencia, la hegemonía, las luchas, los intereses…
—Y, ante este panorama, ¿qué papel va a jugar la democracia? O, dicho de otra forma, ¿podría el sistema intentar proseguir la acumulación y al mismo tiempo mantener ciertas formas democráticas?
—A falta de milagro energético y ante la ausencia de una enorme “destrucción creativa” (en forma de enormes cataclismos bélicos o de cualquier otro tipo) todo indica que el capitalismo se verá cada vez más dificultado tanto de proseguir su acelerada acumulación como de emprender una nueva vía de activarla modestamente. De hecho hace ya un par de décadas que la mayor parte del crecimiento (léase, beneficio) capitalista no viene acompañado de acumulación de capital. Ese crecimiento se da sobre todo a través de formas especulativas, rentistas y mafiosas, ligadas estrechamente al neoliberalismo-financiarizado, que ha mostrado su gran fracaso a la hora de lograr activar vigorosamente la acumulación, pero ha sido altamente exitoso en garantizar la ganancia al Gran Capital, mediante el saqueo de las poblaciones o la apropiación privada de la riqueza que antes era colectiva. También a través de todo tipo de robos a la ciudadanía llevados a cabo por mediación de las finanzas (lugar donde los diferentes orígenes del dinero se confunden, por lo que las barreras entre lo que es “legal” o “ilegal”, dinero “blanco” o “negro”, productivo o rentista, se borran). Ellas garantizan la succión de ingentes sumas de riqueza del Trabajo hacia el Gran Capital y han posibilitado a la vez un crecimiento del PIB por apalancamiento de los hogares. Esto quiere decir que una pequeña parte de lo que la alta clase capitalista saca de su privatización del Estado y de la desposesión colectiva es devuelto en forma de créditos o préstamos, lo que permite cierto mantenimiento del consumo a costa de aumentar exponencialmente la deuda de los hogares, las instituciones públicas, las empresas y otras entidades jurídicas. Estos son procesos y rasgos muy probablemente heraldos de un capitalismo en el que la democracia irá teniendo cada vez menos cabida. Todo ello, como digo, a falta de otro tipo de intervención del Trabajo.
Fíjate, además, en la gravedad de esta dinámica, puesto que está basada en la deuda, y el crédito unido a ésta es posible porque se piensa que en algún momento podrá ser devuelta. Para que pueda serlo se necesita crecer. Pero cada vez más recursos productivos deben desviarse para pagar la propia deuda y se retraen también de la esfera social y del consumo. Círculo vicioso que acaba pronto en el derrumbe en cuanto que falle el crecimiento. ¿Qué pinta la democracia en todo esto?
—Privatización del Estado y desposesión colectiva… un proceso que no parece tener marcha atrás. ¿La tiene? ¿Qué armas, qué métodos debería utilizar el Trabajo para intentar recuperar lo robado?
—Esta es la gran pregunta. Si tiene algún sentido relacionar la Ciencia con la Política (como “Ciencia Política”), aquella primera debe proporcionar algunos patrones de conocimiento claros, contrastables y que sirvan también para la predicción. En principio, no parece muy aventurado formular que una situación de subordinación generalizada y de usurpación de oportunidades de vida de las grandes mayorías por una estricta minoría, unido al aumento exponencial de las desigualdades, hace mucho más probable la deslegitimación del orden social. Según las interpretaciones clásicas, en política eso quiere decir que el poder cada vez se ve más como dominación y que la clase capitalista deja de ser también clase dirigente para convertirse en meramente dominante. Ahora bien, el problema radica en las posibilidades de concitar luchas y levantar organizaciones de acuerdo al nuevo momento histórico, a la correlación de fuerzas existente en el mismo, a la nueva forma de regulación y acumulación que adquiere el capital y a las dimensiones de la guerra de clase desatada desde arriba por la clase capitalista.
Para todo ello se requiere de paralelos procesos de re-aprendizaje social, de construcción de sentido, capaces de imaginar y actuar en pro de otros mundos alternativos o al menos diferentes. Sin embargo, los propios poderes instituidos tienen todos los medios para producir todo tipo de mensajes simbólicos, distintas versiones ideológicas de contestación a sí mismos, listas y “empaquetadas” para unos u otros sectores de población, segmentos y capas sociales. Las clases dominantes europeas, por ejemplo, llevan tiempo generando diversos modelos de “salidas regeneracionistas” a su crisis de legitimidad y gobernabilidad. Algunas están conectadas al populismo de derecha o ultraderecha y otras pasan o se hacen pasar por un “populismo de izquierdas”; hay incluso formas populistas “de centro”. En cualquier caso el populismo presenta algunos rasgos comunes, como es la idealización retórica del concepto recurrente de “pueblo”, entendido como “los de abajo”, que incorpora elementos ideológicos de todo tipo, en otro tiempo plasmados en términos como “pobres”, “masas”, “proletariado”, “campesinado”, pequeños propietarios, la nación, etc. Pero que en la actualidad han ido siendo sustituidos por otros, a veces recuperados del pasado, como “multitudes”, “el 99%”, “los ciudadanos”, “los de a pie”, “la gente de abajo”. En el populismo “de centro” este espacio conceptual ha sido ocupado por la apelación a las “clases medias” (aprovechando la ideología de la clase media universal, propia de las sociedades de capitalismo avanzado). Así, en total, las desigualdades intrínsecas a las sociedades clasistas, excluyentes y patriarcales son idealmente borradas, para presentarnos un supuesto sujeto homogéneo y mitificado o lleno de atributos positivos, que se enfrenta a una también monolítica clase dominante, a la que se atribuyen todos los rasgos contrarios a los de aquél. El populismo requiere además de líderes a los que se confía o delega la misión regeneracionista. Un delegacionismo profundamente arraigado, por otra parte, en la “democracia capitalista”, que hace desentenderse a las grandes mayorías de la participación en los asuntos públicos.
En los momentos de ruptura, cuando un modo de regulación y un régimen de acumulación están desgastados y no dan más de sí (como es el llamado “régimen del 78” y, en conjunto, el capitalismo periférico español), los populismos de diferente pelaje florecen por doquier. Para que el momento de ruptura se consolide como un “momento de transformación social” es preciso, sin embargo, que aquéllos se superen con formas de auto-organización social, de auto-gestión y de participación colectiva en la vida política, creando tejido social sólido, para ir transformando las estructuras de subordinación y explotación desde sus mismos cimientos. A veces los “populismos de izquierdas” pueden ser aprovechados para ello y para activar procesos de protagonismo popular gracias a la previa ilusión y movilización social que hayan podido generar.
Pero para conciliar las diferentes luchas y los distintos sujetos que se erigen en los distintos campos de conflicto y antagonismo sociales, sigue siendo imprescindible un factor de hegemonía llevado a cabo desde las propias luchas, capaz de articular y dotar de cierta identidad común y de proyección transformadora a todos esos sujetos y antagonismos. Ahora bien, yo no creo, como tantos teóricos o ideólogos de la era “post”, que todas las posibles formas de convertirse en sujeto tengan el mismo peso ni las mismas posibilidades de establecer hegemonía de cara a un proyecto de transformación sistémica. Pero eso ya sería tema de otro debate, supongo.
Diré al menos que para afianzar ese “momento de transformación” es imprescindible tener en cuenta las escasas posibilidades reformistas (y por tanto, estar precavidos ante las ilusiones regeneracionistas) de un sistema que por el contrario muy probablemente, como dije, está en fase degenerativa. Que broten de su seno nuevas formas de producción emancipadoras capaces de convertirse algún día en un nuevo “modo de producción” está vinculado a aquellas expresiones de auto-gestión y organización mencionadas y a la pugna por la hegemonía social desde ellas. El gran problema en la actualidad es que tras las sociedades derrotadas y a-participativas que forjó el capitalismo de la segunda mitad del siglo XX no contamos hoy por hoy con organizaciones capaces de dar esa batalla, a la altura del gran desafío histórico que enfrentamos. La mayor parte de las organizaciones sociales, sindicales y políticas de la izquierda europea, otra vez por ejemplo, no han hecho su propio “momento de ruptura” ideológico” con el viejo orden y piensan que es posible recuperar su “opción reformista”. Incluso nos siguen hablando de una “salida de la crisis” por la izquierda, dentro del sistema.
Nos hace cada vez más falta una izquierda integral (que contemple al sistema entero como objetivo, y por tanto al conjunto de sus desigualdades, subordinaciones y formas de explotación y exclusión), frente a esta izquierda integrada.
—Rafael Correa comentaba hace poco que populismo era el término que emplean las elites cuando no entienden lo que pasa. Entre esa frase y tu última respuesta hay una enorme distancia, aunque es obvio que tú no ignoras lo que pasa. Descendamos a la política cotidiana, ahora y aquí, y veamos lo que está pasando en España. ¿Qué opinas del fenómeno Podemos? ¿En qué medida sus propuestas están lejos o cerca de las que formularía esa izquierda integral que propugnas?
Ya suponía que al final tendríamos que entrar en los detalles. Lo primero, es cierto que los poderes, la derecha social y los media hablan de “populismo” cada vez que hay procesos que favorecen a las grandes mayorías sociales en cualquier aspecto. En sus versiones más reaccionarias aquéllos identifican directamente “populismo” con “dictadura”, no importa el número de elecciones que se celebren, mientras que llaman “democracias” a los países en los que los cuerpos paramilitares se pasean a sus anchas, no hay ni las más mínimas oportunidades de tener una vida digna para la mayor parte de la población y la pobreza extrema es la parte dominante del paisaje social, cuando no directamente la muerte por hambre. Ahora bien, desde un punto de vista transformador no debemos confundir la verticalidad de un proceso populista (aunque a veces pueda ser aprovechado socialmente por las mayorías), con los procesos de lucha y emancipación populares. Estos últimos son el resultado de movilizaciones desde abajo y de formas de auto-organización social y política del Trabajo. A veces, como digo, puede darse una sintonía entre un proceso “populista” que comenzó desde arriba y que fue acompañado con el fortalecimiento de organizaciones y luchas desde abajo (lo que tiene que ver con el verdadero “empoderamiento”). Éstas pueden llegar a una simbiosis con un líder, o a identificarle como aglutinante simbólico, porque éste abrió las posibilidades para ello [tengamos en cuenta que en buena parte de los países del mundo con que haya una institucionalidad que no te envíe policías, militares o paramilitares para destrozarte como movimiento o sencillamente aniquilarte, deja ya una cancha nada despreciable para poder hacer desde abajo]. Probablemente el proceso político en curso en Ecuador y resto de países del ALBA y también en los llamados “progresistas” de América Latina, está en estos momentos en el impasse entre una decantación netamente populista, de fortalecimiento del líder y de su opción partidaria, de la que se benefician en alguna medida de rebote amplias capas de población a través de cierto asistencialismo social (esto es muy claro en Brasil y en segundo lugar en Argentina y Uruguay), y una posible mayor imbricación entre las dinámicas institucionales de liderazgo y las organizaciones de trabajadores, los movimientos sociales y la lucha popular. Desgraciadamente, creo que la balanza cada vez se inclina más hacia el primer lado en todos aquellos países, con la parcial excepción de Bolivia. Para Venezuela sobrevivir requiere revertir urgentemente esa involución.
Respecto a Podemos, no voy a entrar a analizarlo en detalle porque creo que tiene ya casi tantos analistas como seguidores. Simplemente unas reflexiones para que cada quien saque sus propias conclusiones. Esta organización aparece en escena con una gran cobertura mediática, en cuanto que institucionalización de toda una sacudida eléctrica social fruto del descontento generalizado e incluso de la “indignación” contra el actual modelo capitalista (que no contra el capitalismo en sí), que todavía está sustentado aquí por el régimen del 78. Al cambiar de régimen de acumulación sin cambiar de modo de regulación, el capital se halla en un problema de reproducción y de legitimación a la vez. Con la aparición de Podemos, buena parte de la energía social desatada se encauza hacia la vertiente electoral. Y ahora tantas personas que tenían por lema “Que no, que no nos representan” y “Le dicen democracia y no lo es”, de repente tienen quien les represente y vuelven a confiar en la vía electoral como encarnación o como sustituto de la democracia.
Lo electoral para la transformación tiene sentido cuando está construido de abajo a arriba, como Movimiento-partido, por ejemplo. Pero Podemos es un partido centralizado, de arriba a abajo, que ha hecho de la vía electoral el nodo en torno al cual llevar a cabo la articulación estratégica de lo social. Desde esta premisa es lógico entonces su uso de mecanismos de democracia plebiscitaria interna para refrendar lo que las cúpulas dicen.
¿En qué movimientos y luchas se apoya, con cuáles se retroalimenta y fortalece? Las respuestas a esto no son muy halagüeñas, ¿verdad? Se acerca el momento clave para comprobar si lo que le interesa a Podemos es fortalecer el tejido social, apoyando formas organizativas desde abajo, como por ejemplo los “Guanyem”, para las elecciones municipales, en cuanto que un primer paso para una estrategia de emancipación social, o si lo que quieren es preservar su marca sin implicarse con nadie, para resolverlo todo en el ámbito electoral. Sus actuaciones parecen ir claramente encaminadas a la primera opción. Su programa, declaraciones y propuestas nos hablan de una vuelta al “capitalismo amable”, keynesiano, en el que los actuales poderes y mecanismos de explotación se van a suicidar, para dejar abierta la vía democrática a la sociedad a través del juego electoral.
¿A qué se parece más todo esto, a una vía integral, transformadora del metabolismo socio-económico capitalista, o a una salida regeneracionista del mismo?
Sea cual sea la respuesta de cada quien a estas dudas, una cosa sí marca diferencia en esta coyuntura en que en estas tierras nos jugamos el relevo de poder institucional, y es que por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial existen ilusiones en amplias capas de la población de que la vía electoral pueda fungir de ariete transformador del sistema así como de medio de apoyo de otras luchas, y no sólo como medida del grado de subordinación de la población a las distintas elites y opciones de dominación capitalista, las cuales permitieron la concurrencia de una izquierda integrada resignada a ser minoritaria. Y esto no sólo en España, sino en otros Estados europeos, justo en el momento en que la UE puede comenzar su fase de implosión y a caer en picado el papel de Europa en el ámbito de capitalismo global (si, como parece, la clase capitalista alemana no reacciona a tiempo hacia el proyecto de Eurasia).
El resultado podría ser devastador para las izquierdas en conjunto, pero también se ha abierto una vía de oportunidad que no podemos desperdiciar. Todavía estamos a tiempo de poder construir sinergias con el “populismo de izquierdas”, haciéndole realmente provechoso para las grandes mayorías. De nuestras luchas inmediatas dependerá en buena medida el curso de las relaciones de dominación de la próxima década.
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Entrevista Andrés Piqueras sobre La tragedia de nuestro tiempo: la destrucción de la sociedad y la naturaleza por el capital. Análisis de la fase actual del capitalismo.
¿Sin vías de escape?
Salvador López Arnal. Revista El Viejo Topo 364 Junio 2018
Mi enhorabuena por tu nuevo libro. Déjame esta vez preguntarte por asuntos no tan centrales pero que, en mi opinión, pueden tener importancia. En el título hablas de la tragedia de “nuestro tiempo”, de la destrucción de la sociedad y la naturaleza por la civilización del capital. Pero, bien mirado, ¿no siempre ha sido así? ¿Cuándo el capitalismo no ha destruido sociedad y naturaleza?
El capitalismo construyó una naturaleza mercancía en cuanto que “capital circulante” (materias primas, insumos…), convirtiéndola en una fuente aparentemente infinita de recursos gratuitos o semigratuitos y en un vertedero sin fondo de residuos. Esto trazaba el camino seguro de su destrucción. Lo que está haciendo hoy es completarlo. Este sistema está dispuesto a destripar todo el planeta antes de morir.
En cuanto a la sociedad, cuando el capitalismo fue un modo de producción en auge que generaba crecimiento -el capitalismo industrial clásico-, al mismo tiempo que enormes sufrimientos y horrores para las poblaciones, permitió la construcción de la “civilización industrial” en los núcleos centrales del sistema capitalista, y la mermada extensión del mismo hacia las periferias de aquél. La extracción de plusvalía y el sistema de propiedad privada fueron viables porque, a pesar de la desposesión y la explotación, a través del trabajo asalariado se otorgaba la posibilidad del consumo obrero y de su (relativo) acceso a bienes y recursos, así como una cierta redistribución del excedente para cimentar la cohesión social, con lo que la sociedad se fue expandiendo en diferentes términos. Es decir, que la plusvalía extraída a partir del empleo de la fuerza de trabajo, tenía como contrapartida los salarios de la población trabajadora empleada, los cuales revertían en consumo. Se trata de un mecanismo de integración de las poblaciones y de generación de base social; una distribución de la riqueza por medio del empleo que asegura al mismo tiempo la realización de la ganancia mediante el consumo y con ello la reproducción ampliada del capital.
En cambio, las dinámicas del capitalismo degenerativo o terminal en el que nos hallamos, ya no hacen sociedad, son antisociales. Así, la renta diferencial proveniente de las operaciones en el exterior, de las dinámicas parasitarias y de saqueo de recursos, así como de la especulación financiera, termina en su mayor parte acrecentando la concentración de riqueza en manos de los grandes capitales, especialmente de su rama parasitario-especulativa, banca pasiva, accionistas… Lo que quiere decir que aquella renta no revierte en el ciclo económico productivo y de consumo de masas (salarios, impuestos, obras, servicios, empresas…), pues además de las exacciones fiscales, apenas se declara una minúscula parte de aquellas ganancias, dado que la contabilidad se divide en subcontrataciones, filiales, sectores deslocalizados, secciones sumergidas, etc., y por si fuera poco la mayor parte van a parar a esas nuevas territorialidades creadas para sustraerse a cualquier control social y para esconder el botín proveniente de atracar a la sociedad, de apropiarse de la riqueza colectiva, los mal llamados “paraísos fiscales”. Es decir, esas ganancias bien se atesoran o bien se destinan a la especulación, sirviendo para agrandar el fetiche del dinero que hace dinero por sí mismo. La repatriación de la plusvalía, de las ganancias y de la renta, irá también a aumentar aún más los ya enormes auto-salarios de las elites bancario-financieras y de los CEO, a la especulación bursátil, a circuitos financieros, y sólo muy, muy marginalmente, al mantenimiento de la sociedad.
No hay que cavilar mucho para darse cuenta de que con ello se entorpece el propio funcionamiento del ciclo capitalista.
En cuanto a la expresión “fase actual”. ¿Tiene alguna definición económica? ¿A qué podemos llamar fases en la historia del capitalismo?
En mi anterior libro de La opción reformista intento dar una explicación de ellas vinculándolas a los distintos modelos de crecimiento (acumulación-regulación) del capital. En estos momentos estamos, como he dicho, en su fase degenerativa (terminal) –esa es al menos la formulación teórica que llevamos a cabo en el Observatorio Internacional de la Crisis-. En esta fase, las estructuras sociales de acumulación del capitalismo se ven cada vez más incapacitadas porque la generación de valor y de plusvalor se ve crecientemente entorpecida, como explico en el libro que ahora comentamos. Lo que tenemos, en vez de acumulación de capital –cada vez más exigua-, es un pobrísimo crecimiento ficticio en cuanto que está dado por deuda y por la invención de dinero sin ningún valor (no está vinculado a la producción). La deuda y el capital ficticio mantienen la ilusión de que el sistema sigue funcionando. Esto da como resultado una economía cada vez más irreal, un capitalismo moribundo asentado sobre la irrealidad. Lo propio de una demencia senil.
En el prólogo, Luis Enrique Alonso elogia la que llama brillante conceptualización tuya; hipercapitalismo mutante. ¿Qué aporta esta nueva categoría? De hecho, ¿no es el caso que cualquier modo de producción, y la civilización anexa, son entidades mutantes?
La capacidad de mutar de este sistema ha sido excepcional, porque excepcional es su dinámica de incesante crecimiento y destrucción de todo lo dado que va implícita en el desarrollo asimétrico y desproporcionado de fuerzas productivas que genera, hecho que no comparte con ningún otro modo de producción ni civilización. La opción reformista (aunque rebajada respecto de las propuestas de Kalecki, e incluso aplicada en versión “light” respecto de lo que posteriormente puso sobre la mesa Keynes) consistió en la puesta en marcha de mecanismos de distribución de una parte de la plusvalía generada por la propia población trabajadora, así como de medidas de protección de esta población, que supusieron la desmercantilización de diversos aspectos de su reproducción social, y por tanto en cierta manera la parcial desmercantilización y desproletarización de la fuerza de trabajo a través de servicios y bienes sociales. Ese “reformismo”, además de construir sociedad, como dije, fue la propia salvación del modo de producción capitalista. Hoy, al destruir tal opción da muestras evidentes de que ha agotado sus posibilidades “progresistas” (de progreso para la humanidad) y de que no tiene vías de escape. En realidad, se está autofagocitando para sobrevivir, es decir, está devorando la riqueza social que hasta ahora le permitía funcionar más o menos vigorosamente porque mantenía a la sociedad de la que se nutre. Si elimina los sustentos de su sociedad y la pudre, se mata a sí mismo.
Por cierto, ya que lo mencionas, tengo que agradecer a Luis Enrique su cariñoso acogimiento de mi libro, al que da en su prólogo esa potencialidad que confiere su gran conocimiento.
Solo el materialismo histórico-dialéctico, afirmas en la introducción, sobre todo, añades, cuando más abierto ha estado a la epistemología ecologista, “ha sido capaz de ofrecer claves estructurales de análisis y tendencias verosímiles del capitalismo realmente existente”. ¿Qué es entonces para ti el materialismo histórico-dialéctico? ¿Cómo hay que entender aquí lo de dialéctico?
En la ciencia social llamamos estrategias ideales a las que pretenden (y así plantean sus investigaciones y teorizan) que son las ideas las que explican el mundo y por tanto también constituyen la primera causa de su transformación. Las estrategias materialistas, en cambio, sostienen que es lo material lo que explica lo mental; aunque el materialismo dialéctico en concordancia con su propia designación, siempre habló de que hay una interacción constante entre ambas dimensiones: la idea se hace materia a través de las acciones humanas, sobre todo cuanto más colectivas sean, pero a su vez esas ideas no pueden cobrar existencia ni mucho menos fuerza, fuera del entramado histórico-material en el que se desarrollan. Y si por tanto son ajenas al mismo o proponen acciones que no tienen coherencia con la realidad, no lograrán más que hacer surcos en el mar. Por ejemplo, si formulamos que la materia es penetrable sin más consecuencias, lo único que podremos conseguir es escalabrarnos contra la pared.
La ecosfera es lo más material que tenemos (nuestra infraestructura como especie), por eso es imprescindible partir de ella para cualquier análisis social realista. El materialismo dialéctico de epistemología ecologista es para mí lo más avanzado de que disponemos para explicar y transformar el mundo en el estado actual de desarrollo de la humanidad.
Añades, críticamente, que desde Mandel y su capitalismo tardío, pocos análisis de fase rigurosos y de vasto alcance se han hecho. ¿Y eso por qué? ¿Está la tradición marxista, cuanto menos en sus vertientes económicas, obsoletas, perezosas, faltas de las ideas?
Lo que se mostró como una contundente victoria del capitalismo, saliendo aparentemente de su crisis estructural de sobreacumulación de los años 70 del siglo XX y eliminando o dejando fuera de juego a sus principales enemigos sistémicos, la URSS y China, fue en realidad una descarada huida del sistema capitalista hacia un mundo irreal, hacia una economía de ficción que, como acabo de decir, se basaba sobre todo en la permanente y creciente generación de deuda a partir de capital ficticio para aparentar que el sistema seguía funcionando. Esto no se vio en esos momentos ni siquiera por buena parte de los científicos sociales “de izquierdas” ni de las vanguardias políticas críticas. Muchos de los teóricos y políticos de la que una vez fue “izquierda antisistémica”, incluso marxistas, claudicaron, y aceptaron la salud del capitalismo, su capacidad de sobrepasar las crisis y su potencialidad (aparentemente ilimitada) de seguir generando crecimiento y bienestar. También apertura democrática.
Todo el decorado era de cartón-piedra, pero como digo, en esos momentos muchos no lo vieron. La teoría se resintió, cundió el desaliento de lo “post”: el postmodernismo, el post-estructuralismo, el post-marxismo… como si estuviéramos en un limbo histórico en el que las tendencias, razones de ser y reglas del capitalismo hubieran quedado suspendidas. También se pretendió que el capitalismo había superado definitivamente sus crisis cíclicas (¡qué irónico resulta hoy!). Hubo marxistas que renegaron incluso del elemento clave del movimiento capitalista descubierto por Marx: la caída tendencial de la tasa de ganancia. De hecho, al marxismo en general se le declaraba “obsoleto” y se trataba en adelante de elaborar teoría dando por buena la supraestructura o pantalla ideológica del capital. Poco a poco, la teoría se ha ido convirtiendo en un fetiche más del mismo, parte de su propaganda.
En consecuencia, se dejaron también de hacer análisis de fase de este sistema. Negri y otros “operaístas” y/o “postmarxistas” nos quisieron convencer incluso de que el capital había generado el sujeto que le estaba ya sobrepasando: la multitud. Nos decían que el propio capitalismo nos estaba “empoderando” como sujetos transformadores (otro término ese, el de “empoderamiento”, que se utiliza tanto más en la supraestructura del sistema cuanto éste más desprovee a la gente de toda protección, cuanto más destruye sus condiciones materiales de vida). En suma, las ideas propagandísticas se hacían pasar por cuestiones fehacientes.
Salvas de la crítica anterior a un autor, a Samir Amin y sus análisis del capitalismo senil. ¿Qué te interesa más de su obra? Por lo demás, los dos libros que citas son de 2003 y han pasado ya 15 años desde entonces.
En realidad, hay que salvar a bastantes otros autores que llevan su militancia social en la cotidianidad de sus vidas incluido su quehacer científico, pero al tener Amin una dimensión mundial (y aun a pesar de algunas discrepancias con él) le menciono en mi Introducción para señalar que el materialismo dialéctico no había sido abandonado por todo el mundo. Su esfuerzo sistémico y sistemático creo que dio sus frutos más importantes hasta esa década que tú mencionas.
Para hacer honor a la verdad, de todas formas, en este plano tendría que haber nombrado por lo menos también a István Mészáros (a quien por otra parte cito en bastantes otros de mis trabajos). Creo que es el autor de talla mundial en la ciencia social que más ha incidido en el siglo XXI en el estudio de las reacomodaciones del capitalismo para hacer frente a sus límites estructurales y a su “insustentabilidad”, que yo llamo degeneración.
Precisamente, en el presente, señalas también en la introducción que la polémica sacude al propio marxismo: el capitalismo está ya en fase terminal o es capaz de seguir su proceso de acumulación sin cesar mientras no intervenga alguna forma de acción política que lo sepulte. ¿Y cuál es tu opinión sobre esta disyuntiva? Por lo demás, sea a o b la respuesta, yo no logro ver fuerzas que se propongan, con posibilidades de éxito, sepultar al sistema capitalista.
Claro. Yo tampoco. En la teoría tenemos que ser rigurosos. Las propuestas teóricas básicas en este campo son las siguientes: 1/ El capitalismo hace a sus propios sujetos transcendentes (véase Negri y el “marxismo autónomo” y el “post-marxismo”). De las mismas “resistencias” salen las “trascendencias” del orden capitalista, nos dicen. 2/ El capitalismo, como modo de producción que engendra sociedades clasistas, desigualitarias, suscita permanentemente el antagonismo y por tanto la lucha antagónica (ya sea latente o explícita), pero no por ello necesariamente los sujetos que le superen. Esta propuesta teórica ha proporcionado a su vez al menos de 2 grandes interpretaciones: a/ El capitalismo no genera ni su propia destrucción ni superación sin sujetos que se encarguen de enterrarle. Pero el que éstos salgan no es una condición necesaria, sino contingente, sujeta a muchas variables no precisamente facilitadoras (aquí están, por ejemplo, a mi entender, Michael Roberts, Rolando Astarita y, entre nosotros, Diego Guerrero, entre otros). b/ El capitalismo no genera necesariamente su propia superación, aunque sí su autodestrucción, la cual no significa por sí ni mucho menos un mundo mejor, al contrario, si el capitalismo cae (por razones económico-ecológicas) sin sujetos que lo trasciendan, lo más fácil es que genere terribles distopías. Los caminos para una u otra posibilidad quedan siempre abiertos en función de las luchas de clase (este es el punto donde me encuentro yo y creo que buena parte del ecologismo político). En estos momentos, desgraciadamente, la posibilidad mayor a mi juicio es esta última: la de que se desaten procesos catastróficos para la humanidad.
Antes de que me olvide: ¿qué es para ti el marxismo? ¿Ciencia económica, filosofía, cultura alternativa, política revolucionaria, historia de los de abajo?
El marxismo lo entiendo como un método científico [materialismo dialéctico] para el conocimiento del mundo, que es al tiempo metacientífico: analiza las raíces sociales, las relaciones de poder, que constituyen la propia ciencia; en ese sentido podría decirse también que es alter-científico (otra forma de hacer ciencia). Además, o por ello mismo, a diferencia de otros métodos y teorías científicas, comporta una praxis, es decir, un compromiso con lo que se conoce, en orden a transformarlo en el camino de la emancipación humana. Es decir, la razón de ser del marxismo es enfrentar siempre cualesquiera relaciones de explotación, dominación-sumisión, opresión y marginación que tengan lugar entre seres humanos, tanto en sus expresiones individuales como colectivas. Incluyendo aquellas que se dan en nombre del propio marxismo. No quiero dejar de citar aquí la explotación y dominación estructural de los hombres sobre las mujeres, por ejemplo.
Por eso el punto de entrada del marxismo para el conocimiento del mundo es la relación de clase o relación en la que unos seres humanos se aprovechan del trabajo de otros y/o usurpan sus oportunidades de vida. Aquí subyace para aquél el núcleo explicativo de las sociedades.
A bocajarro, ¿existe algún país en el mundo que no sea un país de estructura económica capitalista? ¿Cuba, por ejemplo? ¿La República Popular China?
Las experiencias de transición al socialismo del siglo XX, que malvadamente fueron llamadas “comunistas” por los ideólogos capitalistas y sus medios de difusión de masas, y “Estados obreros degenerados” por los troskistas, o “capitalismo de Estado” por otros marxistas y teóricos en general, quedaron en realidad suspendidas a medio camino entre el capitalismo y el socialismo. No fueron “capitalismo” pero tampoco pudieron construir el socialismo. Olin Wright les dio el nombre de “Estatismo”, la fase intermedia que elimina la apropiación privada de los medios de producción, propia del capitalismo, pero que todavía mantiene la apropiación privada de los medios de organización social. En eso se quedaron y en eso están hoy, con sus notables diferencias, las experiencias que sobrevivieron; pero es una situación que no se puede alargar, o tiras hacia adelante o involucionas al capitalismo. Las luchas de clase en China decidirán si prosigue el camino hacia el socialismo; de hecho, si hay algún país que tendría posibilidades de hacerlo en estos momentos es éste. Mientras que Cuba, a causa de las durísimas condiciones y la pequeñez de su dimensión y recursos con las que se ha tenido que desenvolver históricamente, hace algún tiempo que ha comenzado a involucionar hacia el capitalismo, aunque de momento de forma controlada y salvando algunos logros.
En la página 105, en una nota de pie de página, apuntas a asunto de rabiosa actualidad. Te copio: “La vindicación nostálgica de ese pasado no tiene grandes posibilidades de viabilidad, no porque vaya necesariamente a desaparecer el Estado, sino porque pertenecer a un Estado deja de garantizar derechos y condiciones de vida. Es, además, la evolución capitalista la que socava la nación “estatal” como hemos visto. De ahí, y por contraposición, se nutre la ilusión en la “nación étnica-estatal” como valedora de esos derechos y de la reconstrucción social. Esta lleva a cabo la prédica de la cohesión social a través de la supuesta igualdad cultural (“de sangre”, finalmente) A fin de cuentas, el desmoronamiento social está provocando dos grandes “escapadas” sociales, una hacia l “nación estatal” para blindar el “bienestar” solo a los nacionales; otra que precisamente reniega de ella al no posibilitar ya ese bienestar, y pasa al refugio “étnico-nacional” como último reducto ante la hecatombe social del ‘Estado-nación’”. Lo que ha pasado, lo sigue pasando en Cataluña, ¿tiene que ver con esto que señalas?
Sí. Es el capitalismo, en su degeneración (eso que algunos metafísicamente llaman “la evolución de los tiempos”), el que está destruyendo la sociedad, la relación salarial, la propia concepción de familia que surgió de la Revolución Industrial, las formas convivenciales y de entender el mundo, la división social del trabajo y las claves institucionales de su fase keynesiana (hace que “todo lo sólido se desvanezca en el aire”, decía Marx). También está modificando sustancialmente al Estado, claro está. En la medida en que los procesos de acumulación ya no se regulan desde el ámbito estatal, en la medida en que el Estado proporciona menos redistribución en forma de servicios sociales, protección social, empleo, etc. -todo eso que constituyó la seguridad de la sociedad (y que por eso se llamó seguridad social)-, su papel comienza a ponerse en entredicho. Se rompe por las partes que más han desarrollado un sentimiento nacional propio, una identidad colectiva étnica y nacional. El Estado español nunca fue un modelo exitoso y por eso se muestra más frágil para ambas opciones que mencionas. Pero no es el único caso, Bélgica es un Estado que hace tiempo que está partido (y entre lo que lo mantiene está el principio de acuerdo para hacer de Bruselas una capital-cantón internacional); en Gran Bretaña se buscan también las dos salidas a la vez, y la primera de ellas, la de blindar el Estado para los “nacionales” (en realidad, clases medias), es la que prima en toda la UE, Estado por Estado y también como entidad colectiva de Estados.
Hemos de tener en cuenta, por otra parte, que en el presente la democracia es cada vez más parte de la mitología del sistema. Recordemos que el Capital sólo dejó que las clases populares votaran cuando empezó a admitir la vía reformista-redistributiva; hoy, y como quiera que retroceder en conquistas siempre encuentra más oposición, lo que busca de momento es que el voto no sirva para nada. Las razones de peso de la actual coyuntura que cierran la política pequeña (la institucional) son sobre todo dos: 1) El capitalismo degenerativo en el que estamos ha constitucionalizado, es decir, ha blindado, las miríadas de dispositivos capilares (socioeconómico-políticos neoliberales) en que basa y regenera su Poder por todo el metabolismo social. 2) Aquel blindaje va de la mano de un sistemático debilitamiento de las capacidades de regulación social expresadas a través del Estado. Esto quiere decir que los mecanismos de explotación y mando del capital se transnacionalizan (y a veces se insertan en el Estado-región, cuyo ejemplo más avanzado es la UE), mientras que las posibilidades operativas de las diferentes fuerzas de trabajo se mantienen ligadas al nivel local.
Así que primero se ha llevado a cabo la des-substanciación de las instituciones de representación popular, creando o dando más y más poder en cambio a entidades supraestatales ajenas a cualquier tipo de elección democrática (Bancos Centrales, Comisión Europea, G-20, FMI, OMC, Foro de Davos…). Después se supeditan las leyes estatales a las supraestatales, liquidando la soberanía del Estado incluso para poder tener una política económica propia (y en el caso de los Estados de la UE ni siquiera una moneda soberana), autosubordinándose a los mercados financieros y a sus agencias evaluadoras de riesgos, que no son precisamente elegidos democráticamente, por lo que se vote lo que se vote hay que obedecer los dictados que vienen de fuera. Finalmente se modifican las propias constituciones, de manera que sea ‘anticonstitucional’ intentar cambiar la falta de soberanía, al tiempo que se empieza a tomar medidas para expulsar de forma directa a los partidos minoritarios de la contienda electoral (a través de la exigencia de una gran cantidad de avales para poder presentarse, por ejemplo). Pero por si todo eso fallara, siempre queda la amenaza del caos (las famosas huelgas y fugas de capital) que se producirá si no sale una opción “aceptable” para los mercados, la presión para la repetición de elecciones, el chantaje político y económico, etc.
De esta manera se logra trascender el marco de relativa democratización del Estado (propio del “capitalismo keynesiano”) al que habían conducido las luchas sociales históricas, para hacer la política desde instituciones supra-estatales donde aquellas luchas no llegan por ahora. La transnacionalización del capital debilita además la capacidad negociadora de la fuerza de trabajo en todos los ámbitos (laboral, social y político).
Por eso el actual capitalismo degenerativo no necesita abolir formalmente la democracia liberal, porque la ha vaciado de contenido. Ha conseguido la práctica anulación de la política.
Al final, las fuerzas centrífugas étnico-nacionales tensionarán cada vez más insoportablemente la UE en conjunto y a cada uno de sus Estados, al menos a los deficitarios (la UE es un sistema deficitario-superavitario para trasvasar riqueza colectiva de unos Estados –la mayoría- a unos pocos –sobre todo Alemania y su “hinterland” centroeuropeo-). El “proteccionismo” de lo propio, sea entendido esto como “nacional-estatal” o “nacional” en busca de su propio Estado, puede ser un punto de arranque “progresista” para frenar la barbarie social que promueve la UE (véase el caso de Grecia, sin ir más lejos), pero también puede ser una puerta abierta a nuevas formas de fascismo o, al menos, de autoritarismo vernáculo. Por eso, y frente a las bobaliconas propuestas de reforma de la UE que hacen las mayoritarias izquierdas integradas de nuestras sociedades, sería importante para lo que queda de las izquierdas integrales en Europa, no dejar en manos de la gran derecha la ruptura con la UE que tanta gente quiere cada vez más (y por eso la votan), e intentar sumar fuerzas para buscar caminos de reconstrucción social alternativos, a escala “nacional” pero necesariamente también “internacional”.
Trazo un amplio arco y me desplazo a la bibliografía. Citas un texto de Balibar y Althusser de Pour lire Le capital: “El objeto de El capital”. ¿Cuál es el objeto del capital marxiano en tu opinión?
Su objeto es la explicación profunda del capitalismo, del movimiento del capital, desde la producción a la circulación o realización del mismo, pasando por el capital a interés. Las razones profundas (e inesquivables) de sus dinámicas, tendencias y expresiones vitales. Hoy todavía constituye el más profundo y detallado análisis de este modo de producción.
Cuando Marx acabó el primer tomo de El Capital escribió a Engels algo así como “acabo de lanzar un torpedo a la línea de flotación del capitalismo”.
No citas en cambio ningún ensayo de Immanuel Wallerstein. ¿No te interesa su obra?
Es un autor al que cito en la mayoría de mis trabajos. Siempre que hablamos de “Sistema Mundial” capitalista, por ejemplo, está él ahí detrás, aunque no siempre lo explicitemos. Creo que en la primera de mis respuestas en esta entrevista ya he utilizado alguno de los términos que él sistematizó.
Hay varias referencias a obras de Diego Guerrero. ¿Te interesa su obra especialmente?
Es de los pocos economistas españoles que se salvan de hacer de la economía una disciplina de mistificaciones. De lo mejor que se puede leer en economía aquí.
Haces también referencias a Gramsci (hablas de él en el libro, por supuesto). ¿Qué crees que puede aportar el autor de los Quaderni a nuestra “tragedia capitalista contemporánea”?
Se ha hecho un uso torticero de Gramsci desde la irrupción del eurocomunismo. Se ha aludido reiteradamente a su “guerra de posiciones” para señalar que en las formaciones sociales de capitalismo avanzado había que descartar la ruptura e insertarse en el sistema para ir ganando posiciones institucionalmente. Esa fue la base de la renuncia de los partidos (“euro)comunistas” a la revolución social y punto de arranque del “post-marxismo”, que tan peligrosamente desarrolló Laclau para hacer del marxismo algo inocuo, y que tan entusiastamente asumieron los que hoy son sus seguidores enredados en la política institucional en la persecución de un reformismo ‘light’ que les legitime, pero que incluso bajo ese descafeinamiento es ya imposible. Sin embargo, Gramsci nunca renunció a la ruptura radical con el capitalismo (si no, no le hubieran dejado morir de abandono en una cárcel), simplemente estaba señalando las estrategias más adecuadas para combatir el capitalismo en las diferentes situaciones sociopolíticas. Algo que olvidó el eurocomunismo y sus ramificaciones posteriores, que comenzaron por renunciar a enfrentar al capitalismo, para aceptarlo como el orden social dentro del que conseguir mejoras. Quedaron prisioneros de la fetichización del sistema sobre su “democracia”, olvidando que ésta fue posible en el momento de expansión y esplendor del modo de producción capitalista. Hoy sin embargo, sólo puede ofrecer “recortes”, violencia social generalizada, mayores cuotas de desigualdad, guerra…
En nuestro momento histórico, en que la barbarización de la sociedad podría empezar a socavar la legitimidad del orden capitalista y por tanto su hegemonía, Gramsci resulta vital para entender cómo poder construir una contrahegemonía radical, eficaz.
También, y me ha sorprendido, a Gyorgy Lukács, el Lukács de Historia y consciencia de clase. ¿No es una obra muy filosófica y muy oscura, con pocas aristas praxeológicas?
Cuando leí esta obra, en mis tiempos de estudiante, dejé muchas cuestiones sin entender, pero aun así me formó bastante y desde luego me dio claves de praxis. No coincido, por supuesto, con su indicación del proletariado como un “sujeto necesario”, encarnador de un nuevo orden histórico (los conceptos que se construyen para entender la realidad no deben confundirse con agentes reales, porque entonces lo que hacen es entorpecer el conocimiento de la realidad y de sus aconteceres), ni tampoco con otros tratamientos hegeliano-metafísicos, pero es importante su recuperación de la dialéctica en un momento en que se la intentaba rigidificar, es decir contravenir. La prueba es que al “marxismo oficial” del momento no le gustó nada. De todas maneras, recomendaría esta obra para cualquiera que dé por sentado que ciertos autores están “superados”. A veces el esfuerzo intelectual colectivo de la sociedad puede haberse apoyado en autores grandes para ir más lejos que ellos, pero eso no siempre quiere decir que estén “superados”, y sobre todo no lo están por la mayoría de individuos concretos que se enfrentan al análisis social en el presente. La importancia de Lukács ha perdurado hasta hoy, mucho más limpio de sus claves hegelianas, a través de autores como Mészáros, del que acabamos de hablar.
Yo cito la obra sólo para referirme a su concepción de la conciencia de clase, sobre todo para indicar una de las perspectivas históricas que ha habido sobre ella.
Cuando citas a Marx haces referencia al Capital, a los libros I y III concretamente, y usas una edición, una traducción cubana. ¿Por qué? Por lo demás, ¿por qué está ausente el libro II?
Sí, reconozco que puede no ser la mejor la que yo cito y desde luego no es la más al uso. Pero la tengo conmigo desde hace más de 30 años y me he acostumbrado a sus palabras, desarrollos…. Sé dónde están los pasajes que me interesan en cada momento casi sin buscarlos. Me costaría más esfuerzos hacerlo en otra edición. En cuanto a que no esté citado el tomo II en esta obra es porque no entendí que viniera al caso. El tomo II habla de la circulación del capital, y no estaba centrado yo en ello precisamente. Antes me interesa mostrar cómo sus auténticos problemas vienen de la propia producción.
Karl Polanyi, a quien citas, ¿no es un autor poco leído o cultivado por la tradición marxista? ¿Por qué es así en tu opinión?
Porque se han hecho muchos esfuerzos también por tergiversarle y hacer de él un “socialdemócrata”, en el sentido de integrado en el capitalismo. Y no es así. Es un autor que cuando lo re-descubres como yo, a una edad tardía, máxime si además tienes la suerte de recibir (a través de un amigo común) referencias de su hija -todavía viva- para desmentir esas interpretaciones sobre su padre, te puede aportar enormemente. No voy a enumerar aquí mi deuda con Polany en este libro porque se alargaría demasiado la entrevista. Baste decir que el título está inspirado en él: Polanyi insistía sobre el hecho de que la economía no debía analizarse como un algo separado del resto de esferas sociales, tal como la había construido el capitalismo -cual ente con vida propia-, sino que es parte de la sociedad. Si la economía destruye la sociedad, se niega a sí misma como posibilidad. Los análisis economicistas no entienden eso.
La preocupación ecologista está muy presente en el libro. En cambio, no hablas nunca, salvo error por mi parte, de Nicholas Georgescu Roegen. ¿No te interesa su obra? En la misma línea. Presentas desarrollos de consumo y destrucción de materiales, pero salvo error por mi parte no haces referencia a tres grandes economistas españoles (el tercero sobre todo catalán según él mismo señala) que han trabajado estos temas: José Manuel Naredo, Oscar Carpintero y Joan Martínez Alier. ¿Por qué?
Porque no he intentado hacer un análisis exhaustivo de las razones ecológicas de la crisis capitalista, que tan bien llevan a cabo estos autores, ni una economía ecológica, para la que no tengo suficiente base. Sólo quería señalar en la tercera parte del libro la imposibilidad también ecológica del capitalismo en lo sucesivo. Dicho esto, respeto enormemente el trabajo de los autores que mencionas, entre otros integrantes de esta línea de trabajo.
Hay muchos puntos y caminos que profundizar. En realidad mi libro debería haber sido titulado, en concordancia con mi intención, “Contribución al análisis de la fase actual del capitalismo”. Es sólo una modesta contribución, pero creo que es absolutamente necesario que la ciencia social recobre su fundamento científico más genuino. Con la enorme complejidad que entraña la fase actual del capitalismo, eso requiere esfuerzos de grupos de investigación colaborando entre sí desde distintas disciplinas, estrategias y métodos, en todo el mundo. Ni un autor solo, ni siquiera un solo grupo de investigación, pueden dar cuenta por sí mismos de todas las aristas, vertientes y fenómenos paradójicos que suscita hoy y que a la par mueven a este capitalismo terminal.
Nada nos dicen y nada pueden aportar ya, en ese sentido, los análisis que son parte de las mistificaciones capitalistas sobre su economía como “autorregulada”, de “libre mercado”, “de oferta y demanda”, de “homo economicus”, de “marginalidades” y “escalas”, de “equilibrios” y “ajustes”, “monetarismos”, “controles inflacionarios” y toda esa serie de enunciados que se quedan en la superficie de los procesos, que toman los fenómenos manifiestos por causas subyacentes. En realidad las teorías económicas que promueve el propio sistema no tienen la más mínima idea, ni quieren tenerla, de los sustentos de la propia economía que tanto ensalzan.
En general, la ciencia social tiene un camino mucho más difícil que otras ciencias, dado que en él confluyen agresivamente los intereses de clase de la sociedad. La clase dominante está especialmente interesada en que la ciencia social no explique las raíces profundas de su dominación ni de sus enfermedades.
Por eso agradezco la oportunidad que me brindas nuevamente para poder expresar estos resultados de esfuerzos colectivos. Tu interés y generosa dedicación por llegar al fondo de los planteamientos que de una u otra manera son decisivos para nuestras sociedades.