LA ZOMBIFICACIÓN DE LA SOCIEDAD

La experiencia de la vida cotidiana actual se enmaraña en la perplejidad, la confusión mental, el relativismo intelectual y moral, el pragmatismo egotista, la individuación dessocializada y despolitizada, la afasia política. Manifestaciones, a la postre, de la descomposición de la relación social dominante de nuestras sociedades, el capital, y de su correspondiente cosmovisión o ideología totalizante, que sin embargo, sigue carcomiendo en su propia podredumbre, la conciencia social.

Padecemos hoy un capitalismo cada vez más antisocial que, por su propia condición moribunda (es cada vez es menos capaz de desarrollar las fuerzas productivas y sí en cambio acelera y multiplica las destructivas), busca vivir parasitariamente, succionar todo lo que de valor tengan las personas y todo lo que de valor puedan generar. Seguir manteniéndose vivo a costa de esa función parasitaria que a la postre no es sino autofagocitaria (porque sin sociedad no hay economía), significa que el capitalismo degenerativo “produce” seres humanos que por doquier pasan a ser desechables, tratados como basura,  como “zombis”, que si no están muertos no importa que mueran (¿en qué han convertido hoy a los refugiados nómadas a los que se expulsa de su casa mediante guerras y se les niega la entrada en los mismos países que se las hacen?). En general la GUERRA se está constituyendo en el principal dispositivo de luchas de clase del Capital; su último recurso de “regulación” social en forma de eugenesia masiva. Pero hay también otras formas de eugenesia que afectan a todo el mundo. ¿Qué otras cosas son si no las políticas de austeridad, la pérdida de atención a la salud pública, la miseria energética, el deterioro de infraestructuras, el abandono de los cuidados y la acentuación de la explotación de género, la ausencia de políticas rigurosas y eficaces de protección ambiental y de preservación de recursos, ni siquiera del propio capital construido? ¿Y qué decir de la liquidación del salario como vía de acceso a la satisfacción de necesidades básicas? El etcétera aquí sería largo.

Un aspecto particularmente opaco de estas modalidades de destrucción es la producción de una “subjetividad zombi”; la procuración de sujetos que asuman acríticamente las no-reglas, posibilidades y cauces de este capital mórbido. La subsunción de la mente en el actual proceso de valorización capitalista desata una presión competitiva, aceleración de los estímulos y estrés de atención constante que provoca un a duras penas reparable deterioro del ambiente mental. Un ambiente psicopatógeno que se acompaña de la autoexplotación y la zoombinización humana.

Así, si el capitalismo industrial necesitó de la importación de fuentes energéticas para sus obreros mal alimentados (azúcar, café, té, cacao…), el capitalismo degenerativo precisa de toda una batería de drogas, unas legales otras no, para mantenernos flexiblemente explotables.

Nos dan fármacos, píldoras y drogas antiguas y nuevas, de diseño (de las que también puede formar parte el deporte), para seguir produciendo, para levantarnos por las mañanas contra la depresión de lo real, contra la presión de lo existente. De esta manera consiguen que parezca que podemos funcionar “normalmente” mientras la sociedad se pudre a nuestro alrededor. Normalidad que cada vez más conduce a engancharnos a dispositivos de comunicación e información que son en realidad instrumentos para conectar terminales humanas (cerebros) entre sí y extraer el máximo de sus rendimientos. Los seres humanos “libremente” pasamos cada vez más datos, incluso los íntimos, a través de esos dispositivos; trasmitimos nuestra vida fotografiada paso a paso; proporcionamos claves de cuanto de valor podamos tener. Las “máquinas de bolsillo” nos tienen permanentemente conectados a ellas (en algunas sociedades el 20 por ciento de los jóvenes adultos admiten que las consulta incluso durante sus relaciones sexuales). De ahí que la “interconectividad ininterrumpida” de la población sea no sólo una vía de disponibilidad y ganancia permanente, sino también una forma de adición, de ser dependiente (de individuos paradójicamente cada vez más solos).

Ese es el gran éxito del capitalismo degenerativo: mantener la subjetividad drogada, “zombi”. Sólo así puede pasar desapercibida su propia debilidad y la decadencia pútrida de sus élites. Sólo así puede quedar inadvertida su deriva tanato.

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La alienación zómbica maquínica o dependencia mórbida de la conexión a las máquinas y dispositivos en red del capital, se está cebando especialmente con adolescentes y jóvenes, pero también cada vez más con infantes.

El vídeo adjunto sintentiza bien muchas reflexiones teóricas como estas:

Las imágenes que ilustran la canción “Are you lost in the world like me?” (¿Estás perdido en el mundo como yo?), del compositor Moby y The Void Pacific Choir, son de 2016, pero bien podrían reflejar la actualidad en pleno 2023.

Ganó el premio a mejor video de animación en los Webby Awards, dirigidos a los “mejores sitios web del mundo”, y el premio del jurado en el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy, ambos en 2017.

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