INTRODUCCIÓN II
– Seguimos afrontando el primero de estos puntos en la segunda parte de la Introducción.
Dinámica auto corrosiva del Sistema
A partir de lo visto hasta ahora nos adentramos en un juego escabroso:
- Por una parte, el enorme dinero ficticio generado, sin sustento material, puede desinflarse en cualquier momento.
- Aunque a la vez con tal dinero ficticio se compra riqueza (social y natural) real. También sirve, y esto es importante, para la inversión económica. Como capital ficticio.
Esto último lo entendemos teniendo en cuenta que el capital ficticio puede ser de tipo I y II. El tipo I es el que de una u otra forma termina vinculándose con inversiones productivas (lo que ocurrió en parte sobre todo hasta 2008 y cada vez menos en adelante) por lo que se transforma, ¡oh gran maravilla!, en capital real, a una escala global. Lo cual permite a muchos decir que la economía no se resiente con la “ficticidad”. Pero hay que considerar aquí que el continuado recurso a este proceso y la multiplicación dimensional del mismo no hace sino mostrar que las columnas del sistema son de barro, como en seguida vemos.
El capital ficticio de tipo II, en cambio, se reproduce a sí mismo en una cadena de emisión de dinero sin respaldo para que las empresas puedan auto-multiplicar sus fondos sin ninguna conexión con la producción. Este es cada vez proporcionalmente mayor al capital ficticio de tipo I.
- Por si esto fuera poco, las suculentas ganancias del dinero ficticio empujan también al capital efectivo a hacerse más y más ficticio-especulativo.
Efectivamente, el capital ficticio en general y losderivados en particular, han contribuido decisivamente a la transformación del papel de las finanzas desde su convencional función como intermediarias en el circuito del capital, al más dominante papel orientado a la extracción de renta a través del arbitraje y la innovación financieras, haciendo agrandar los límites de su vertiente parásita por encima de la intermediaria, y haciendo declinar la primacía de la producción en la obtención de ganancia. Esto comporta una forma de suicidio capitalista, dado que cuanto más aumenta el precio de las acciones, menor es la tasa de retorno al capital productivo y al resto de capitales; o dicho de otra manera, cuanto mayor es la tasa de retorno especulativa, menor será el volumen de capital social total interesado en la producción.
Esto conlleva, en definitiva, que cada vez más porciones del capital productivo también se hagan especulativas[1], dado que los índices de ganancia bursátil (ficticio-especulativa) son mucho mayores que los de ganancia empresarial-productiva.
No creo necesario explicar que esta tendencia o pulsión especulativa ha impregnado también la conciencia social, generando ansias especulativas en buena parte de la población. Ese especulador que supuestamente anidaba dentro de cada quien se liberó sobre todo en la última década del siglo XX. El “ciudadano-especulador” ha venido desde entonces viendo la vivienda como fuente de ganancia, buscando enriquecerse a través de la Bolsa, y más recientemente con el bitcoin y juegos de apuestas derivadas, por ejemplo.
Pero claro, todo este tinglado de ganancias más y más alejadas del valor no puede durar por siempre. La huida hacia adelante que aquéllas significan no hace sino inflar una burbuja cada vez más colosal de irrealidad, que debería hacer temblar a cualquier economista mínimamente digno de tal nombre o con un poquito de honradez.
Y efectivamente la burbuja pegó un gran nuevo estallido en 2007-2008 (el reguero de crisis financiero-bursátiles desde la desregulación de las finanzas en los años 70 es bien largo). Pero esta vez las elites del capital aprendieron la lección del 29, y hoy se han dotado de un puesto de mando económico global, capaz de ralentizar la degradación. Así, una de las herramientas de la salida en falso del último estallido de la crisis del capital ha sido inyectar más virus de la enfermedad de la que está muriendo, o dicho en términos académicos: crear dinero despojado de cualquier anclaje material. Es decir, las elites mundiales se reservaban un último truco de magia, su por ahora último as en la manga: el dinero mágico.
A partir del estallido de la crisis en 2008 la FED estadounidense creó de la nada 50.000 millones de dólares por mes, lo que fue seguido pronto por el Banco Central de la UE, que realizó un “aflojamiento monetario” de 60.000 millones de euros al mes hasta diciembre de 2017. En total, la Reserva Federal, el Banco de Japón, el BCE y el Banco de Inglaterra, inyectaron en total alrededor de $25 billones en el sistema bancario a través de la compra de bonos mediante la «flexibilización cuantitativa», así como activos dudosos como valores respaldados por hipotecas durante los últimos 14 años. Más del 22% del PIB mundial, unos 2.300 dólares por habitante del planeta.
En 2020, “el año del covid”, se estima que la emisión de dinero “ex nihilo” se duplicó o incluso triplicó. Sólo de marzo a junio la FED, el BCE y el BOJ pasaron de 9,04 a 13,35 billones de euros.
Así hemos llegado a un punto en que a partir de 2008 en EE.UU. los medios de pago (o medida de la moneda disponible en la economía, que es un múltiplo de la base monetaria de la misma -creada en primera instancia por los Bancos Centrales- y resultado de la creación secundaria de moneda a partir de la emisión primaria) vienen siendo menores que la propia base monetaria, lo cual según los manuales de economía es imposible.
La mayor parte de la emisión monetaria estadounidense está atada a los contornos de las operaciones especulativas en el mercado financiero, sin llegar a los consumidores finales. El crecimiento de más de cuatro veces de la base monetaria después de 2008 no se tradujo en un repunte de la economía estadounidense, ya que la mayor parte de la emisión monetaria se convirtió en burbujas financieras infladas.
Así, la Reserva Federal (Fed) con su creación de dinero “ex nihilo”, ha comprado bonos del propio Tesoro de EE.UU. y con los ingresos que genera la subida artificial de los bonos, devuelve dinero al Tesoro para volver a emitir más bonos, poniendo así en marcha una máquina de creación de dinero en un movimiento aparentemente perpetuo. La política de crear billones de la nada para comprar billones en activos de empresas cuya producción se aleja cada vez más de los precios que alcanzan los activos como consecuencia de su especulación al alza por haber sido respaldados o comprados a altos precios por los Bancos Centrales (con dinero ficticio), ha inflado una “burbuja madre” (mucho más grande que todas las anteriores en la historia del capitalismo) de activos, bonos y dinero sin respaldo en valor alguno.
Con ello se fomenta una centralización (apropiación por fusión o anexión de otros capitales) sin pareja concentración de capital (o aumento de la dimensión del capital por reinversión productiva). También una desigualdad económica y social como no se ha visto nunca antes en la historia del capitalismo (ni de la humanidad).
Decadencia, desigualdad, centralización y dominio van de la mano
La desigualdad se dispara al elevar el precio de los activos financieros, ya que éstos mayoritariamente son poseídos por los que más tienen (así por ejemplo, en EE. UU. el 10% de la población posee el 85% de las acciones y fondos de inversión). Con su subida artificial del precio, la clase capitalista se enriquece más. Y como quiera que con ellos también suben los precios de las viviendas y la energía, por ejemplo, el resto de la sociedad se ve en crecientes dificultades para cubrir la reproducción de su fuerza de trabajo. Unos 3.000 multimillonarios tienen un valor de casi $ 11,8 billones, equivalente a aproximadamente el 12% del PIB mundial (la mitad de ellos viven en países donde no pagan impuestos, lo que significa que se superara la escandalosa cifra de $ 5 billones libres de impuestos en la próxima generación, una suma mayor que el PIB de África y alrededor de 3 veces y media el PIB español).
Es decir, las ganancias de las elites del Capital cada vez revierten menos en la sociedad y la exacerbación de la desigualdad deviene un subproducto de este círculo vicioso de financiarización ficticio-especulativa y de invención de dinero de la nada.
Lógicamente, con todo esto tiene lugar también una acentuada centralización del capital (cada vez menos empresas controlan el conjunto de la economía), a la que contribuye la actual subida de los tipos de interés, que van arruinando al mediano y al pequeño capital. En ese camino hemos alcanzado el punto en que 3 fondos de inversión o “fondos buitres” (Blackrock, Vanguard, Street Capital[2]) controlan la mayor parte del accionariado de alrededor del 60% de las empresas del mundo. Si la “libre competencia” capitalista fue siempre un mito, hoy es más bien una broma de mal gusto.
Esa monstruosa centralización y las astronómicas ganancias de un puñado de empresas o corporaciones empresariales transnacionales hace pensar a muchos que el capitalismo sigue gozando de fuertes beneficios y que por tanto al Sistema le queda amplia expansión y vida por delante. Un espejismo.
Espejismo que se ve reforzado porque a través de los mismos procedimientos el “dinero mágico” permite mantener el sistema de dominación interestatal propio de la división internacional del trabajo. Así, por ejemplo, como quiera que EE.UU. cuenta con la moneda de intercambio global, el dólar, el hecho de emitir un flujo continuo de dólares sin respaldo le proporciona un inestimable pilar para preservar su papel dominante. Se puede permitir entre otros muchos lujos, no sólo efectuar unilateralmente “sanciones” (guerra económica) contra quien le venga en gana, sino montar costosas bases militares en el exterior sin la restricción de divisas y, de hecho, con abultados déficits en su balanza comercial, afianzando su dominio militar del mundo a partir de un sustrato económico crecientemente ficticio.
En general, el control de las finanzas internacionales por parte de las formaciones sociales centrales permite utilizar el dinero de los demás para paliar en parte la propia incapacidad de acumulación, lo que les posibilita seguir comprando el mundo sin inversión previa. Sin embargo, esto no ayuda a su capacidad de mejorar la rentabilidad del capital como “productor” de más capital (esto es, la generación de plusvalía por unidad de capital invertido).
Como decía al principio de esta Introducción, es el nivel o análisis económico histórico, que se nutre de los otros dos, el que nos proporciona las claves definitivas para entender qué es lo que está pasando con el capital real, sus articulaciones y expresiones en un determinado periodo. ¿Y qué nos dice con respecto a la ley que descubriera Marx, la Caída Tendencial de la Tasa de Ganancia?
He intentado mostrar en diferentes estudios fruto de trabajo en equipo del OIC, cómo llegamos a la conclusión de que esa tendencia queda hoy bien corroborada. No voy a repetir aquí los argumentos ni datos para no alargar en demasía esta introducción. Recuerdo, sencillamente, que en el célebre estudio de Maito se indica cómo ha evolucionado la tasa de ganancia mundial desde mediados del siglo pasado:
Gráfico 2
Fuente: Maito, Esteban. “The historical transience of capital. The downward trend in the rate of profit since XIX century”, 2014,
Claro que si contamos sólo las economías de capitalismo avanzado ese descenso es aún mayor. Así, por ejemplo, la tasa de ganancia industrial en Japón pasó de 31,6 entre 1955-59, a 14,5 entre 1991 2000; y en Alemania cayó de 30,3 entre 1949-59 a sólo 5,2 entre 1991-2000. En EE.UU. lo hizo de 25 a 17,7 para esas mismas fechas (Brenner, La economía de la turbulencia global. Akal. 2009), y en el año 2000 todavía era la mitad de la de 1948 (Roberts, La larga depresión. Cómo ocurrió, porqué ocurrió y qué ocurrirá a continuación. El Viejo Topo. 2017. Datos de Dumènil y Lévy).
En el gráfico 3 Michael Roberts deja bien visible la caída de la tasa media de beneficio del conjunto de países del G20.
Gráfico 3
Tasa de beneficio del G20 (%)
Fuente: Roberts [en distintas obras y en su blog personal:
Michael Roberts Blog – blogging from a marxist economist (wordpress.com)]
A consecuencia de ese descenso de rentabilidad, la inversión productiva se retrae y tenemos mucho dinero ‘ocioso’ circulando sin resolverse ni en préstamo ni en crédito. Buena parte de ese dinero, pues, no se convierte en capital, pero genera beneficios disparatados a unos cuantos. Lo comprobamos en el siguiente gráfico:
Gráfico 4
Fuente: Álvarez, Ignacio y Luengo, Fernando (2011).
“Financiarización, acumulación de capital y crecimiento salarial en la UE–15”,
en Inversión Económica vol.70 nº 276, México D.F.
Aquí se ve con claridad el espejismo de las ganancias capitalistas, que parecen “sanas” y asociadas al buen desarrollo del Sistema. Nada más lejos.
Otro síntoma de la enfermedad: la productividad del trabajo se estanca o desciende. Cae al 2.7% en el primer cuarto de este año, en EE.UU., y se muestra plana en la Eurozona. Sólo la falta de inversión productiva puede explicarla.
En cambio, mientras que en los años 1950 los beneficios financieros fueron del 3,1% de los beneficios reales, en 2010 se habían convertido en el 136,5%.
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A partir de aquí, en los apartados que siguen vamos a intentar responde a 3 cuestiones determinantes:
- ¿Se puede salvar el capitalismo gracias a la irrupción de economías emergentes?
- ¿Qué hace ante esta situación de degeneración y posible nacimiento de un nuevo orden mundial la formación socio-estatal que está al frente de la acumulación de capital a escala planetaria, el hegemón del Sistema Mundial capitalista, EE.UU.?
- ¿Cómo le puede ir al reformismo en los hasta ahora núcleos centrales del Sistema? ¿Es una estrategia política todavía válida o incluso viable?
[1] Ver aquí lo que desarrollé al respecto en “El capital ficticio especulativo-parasitario se pone al mando del capitalismo. El recrudecimiento de la desigualdad, la explotación, el desempleo, la precariedad, la pobreza, el despotismo y la desposesión”, en Áreas: Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 36, 2017.
[2] Es interesante no perder de vista también quién posee esos fondos buitres: Larry Fink, Robert S. Kapito y Susan Wagner, respectivamente, a quienes se puede considerar pesos pesados de la Red Sionista Mundial.