Lo venimos diciendo repetidamente, o Rusia emprende cambios revolucionarios y comienza a organizar la economía planificadamente (comenzando por la centralización estatal de la misma -«capitalismo de Estado»-) y a emprender procesos de democracia social, hacia formas socialistas de producción y redistribución del excedente, o estará en seria desventaja en la guerra en curso contra la OTAN. Esta entidad terrorista ha decidido llevar a cabo la disolución de Rusia y el exterminio de buena parte de su población.
Pero si Rusia pierde, será el mundo entero el que sufra las consecuencias. Esta es apenas la primera Gran Batalla contra el fascismo-nazismo del siglo XXI, que una vez más les toca protagonizar a los pueblos de Rusia. Y una vez más lo hacen solos ante la hidra de mil cabezas.
Sería bueno que las poblaciones del mundo comenzaran a despertar ante tamaño peligro. Para lo que resulta imprescindible que la conciencia de clase empiece a reconstruirse en cada formación socio-estatal. También que el internacionalismo (y por tanto el antiimperialismo) se active de forma decisiva.
Es perentorio, vital para sobrevivir como sociedades con un mínimo de viabilidad democrática, oponerse a los gobiernos de la OTAN en su guerra contra Rusia.