Cuando la crisis del capital tiende a agudizarse y a hacerse crónica, los espacios para las izquierdas del Sistema van quedando no sólo más limitados, sino que a la postre las hace necesariamente tener que acentuar su complicidad con algunas de las políticas y opciones más duras de la clase capitalista. El apoyo a una Ucrania nazificada, los «presupestos de guerra», los consiguientes recortes a mansalva en la esfera social y el deterioro de las condiciones laborales y salariales, son moneda frecuente en toda Europa, que nos recuerda el papel de la socialdemocracia en los prolegómenos de la I Guerra Mundial.
Aquí traigo a colación, con dos enlaces, el «ejemplo» de Syriza (que de desoír el referendum de su población para romper con la UE y no pagar sus acreencias ilegítimas, pasó a vender el país a pedacitos, y a su población trabajadora con él, claro está), extrapolable al resto de las izquierdas integradas o compatibles con el capital. Por cierto, una buena lección también de cómo el ente corporativo del capital financiero que llaman UE, no deja ninguna opción al más mínimo atisbo de soberanía popular, ni al menor disimulo de seguir su «voluntad», no digamos ya sus intereses.
Hablando de izquierdas sumisas, recordemos que en el Reino de España, el otrora ínclito líder de Podemos nos predica hoy desde su programa televisivo otanero que ya el imperialismo de Europa y EE.UU. quedó atrás, que ahora los verdaderos imperialistas son China y Rusia. En fin, a sueldo del empresario Roures (encuadrado a su vez en la OTAN-político-cultural), ahora ambos quieren lanzarse a conquistar también a la izquierda integrada (dizque «progre») de Nuestra América, a ver cuánto daño pueden hacer allí (volveremos sobre ello pronto).
Remito, de momento, a uno de los mejores análisis transmitidos que he escuchado sobre Podemos (César Vidal entrevistando a Andréi Kononov):
En el primer artículo la llaman «socialdemocracia radical», pero yo no me atrevería a tanto.